Sociedad

La búsqueda de la nada

José Porcel, del que se esperaba mucho, no supo exprimir sobre el escenario todo su arte

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Encontrar el porqué de las cosas a veces es difícil y otras imposible. Por desgracia así pasó. Una rueda de extintas coreografías no dieron valor al espectáculo. El guión no acababa de entenderse, al menos yo. Y a tenor de la respuesta del público, poca gente salió conforme. Más bien con el montaje. Una secuencia de coreografías, pasos a dos, a cuatro, que iban a la deriva, conforme pasaba el tiempo. El concepto era extraño. Desde el cante especialmente melódico, con ritmos que poco sabían a flamenco, todo siguió la misma línea. En este aspecto, es digno de rescatar los fandangos que realizaron Gema Caballero y Pedro Obregón. Esperábamos ver a Porcel, disfrutar de él, y tan sólo unas alegrías no fueron suficientes para conocerle. De carácter efectista, abusando de los pies, no transmitió el mensaje. Remates que no provocaron a los que intentaron disfrutar de la búsqueda fácil del calor del público, pero que apenas lo consiguió.

El cuerpo de baile, por otro lado, suplió con sus coreografías el baile de José Porcel. Se abusó de ellas, a pesar de tener su mérito. Bulerías por soleá, taranto y abandolaos, fueron para el cuerpo de baile. El resto que fue lo anteriormente citado fue sólo eso. Un forzado bailaor, en ocasiones repetitivo, que no supo exprimir el jugo que llevaba dentro. Y fue una lástima, porque el telón escénico fue colorido, acorde con las vestimentas del grupo de baile. Y hasta en esto creo que se equivocó José.

En su elección de atuendo. Camisa pseudo-hawaiana abierta de pecho no le favoreció. Sólo el porte del traje blanco en las alegrías le dieron una nota responsable. Por lo demás, un balance que no quedó a la altura de este festival. Otra vez será.