Walter Veltroni tras anunciar su dimisión. / EFE
MUNDO

La izquierda terminal italiana

El adiós de Veltroni es el epílogo de la caída de Prodi y se debe a los mismos males de los últimos veinte años: insidias internas y falta de renovación

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Walter Veltroni le ha durado a Berlusconi dos asaltos. Las elecciones generales de abril de 2008, que perdió de calle, y las regionales de Cerdeña de este fin de semana, a las que el líder del Partido Demócrata (PD) ya ni se había acercado a prestar la cara. Menos de un año. En cuanto a su propio partido, Veltroni apenas ha resistido 16 meses a las conjuras tradicionales. El ex alcalde de Roma al menos ha acelerado los tiempos de un fracaso político medio de la izquierda italiana. Un ciclo breve que revela su carácter de mero epílogo, pese a las esperanzas iniciales, de la debacle oficial, la caída del Gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi en febrero de 2008. «Es culpa mía, perdonad, pero no es el partido que soñaba», dijo ayer en su despedida, 40 minutos elegíacos. Yes we can, fue también su lema. Pero no ha podido. Tal vez el PD se extinga. El clima es de desbandada y absoluta desorientación.

Los enemigos internos de Veltroni, Masimo D'Alema a la cabeza, trabajaban pacientemente en su fusilamiento, pero lo tenían calculado para la previsible tunda de las europeas. Ahora no saben qué hacer, nadie quiere este marrón. Pierluigi Bersani, que ha anunciado sus aspiraciones al puesto, no lo quiere ni loco. El sábado se elegirá un secretario regente, posiblemente Dario Franceschini, y habrá que aguantar así hasta el congreso de octubre. De las europeas de junio mejor ni hablar. Luego, no se sabe. Lo único positivo de la crisis es que impone sin excusas la necesidad de una cara nueva, joven, y un proyecto de futuro. Refundar el centro-izquierda. La base electoral odia a todos sus dirigentes. Es una sensación que se resume en el célebre grito de Nanni Moretti en Piazza Navona hace ya siete años: «¿Con éstos no ganaremos nunca!».

Voto útil

La marcha repentina de Veltroni es una de las pocas cosas novedosas que ha aportado, pues en Italia no dimite nadie. La otra, en su estreno, fue loable pero suicida: acudir a las elecciones en solitario con el PD, sin la tropa de alianzas que tal vez dan los números para ganar pero hacen imposible gobernar. En la coalición de nueve partidos de Prodi había desde señoras con cilicio a trotskistas leninistas.

El PD sacó un 33,4% de los votos, aceptable pero impotente ante Berlusconi. Su único efecto fue robar el voto útil a las siglas comunistas y verdes, que desaparecieron del Parlamento. El PD debía haber madurado en la oposición, pero no ha hecho más que desfondarse. Veltroni apostó por un lenguaje dialogante, pero es un error ante un animal escénico como Berlusconi. El único resultado visible es que comenzó a ser invisible.

De puertas para adentro, enseguida comenzaron las cuchilladas, en la mejor tradición italiana y comunista de la conspiración. El propio proyecto de Veltroni nació así: mientras gobernaba Prodi ya se pensaba en el post-Prodi. Anunció su candidatura al PD en mayo de 2007 y venció las primarias con un 75% de los votos, pero ya entonces el núcleo histórico de la izquierda, que se sigue en la evolución PCI-PDS-DS-PD, le votaba con la nariz tapada. Veltroni tenía su confianza como viejo camarada, pero pesaba el abandono de los otros, los reductos de la extrema izquierda que quedaban fuera, y asqueaba la compañía del ala centrista, reformista y católica, cuyos sentimientos eran recíprocos. Se mantenía el problema de la izquierda italiana: sólo puede elegir líderes blandos, como Prodi o Veltroni, para no quitarse posibilidades.

La alianza no ha cuajado porque aún se discutía de quién eran las oficinas y el dinero de cada formación. D'Alema había creado su propia televisión, RED. Los diarios seguían yendo por libre. El objetivo ya era «llegar unidos a las europeas», dijo Veltroni.