SOCIEDAD

¡Basta de grasas!

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La pandemia de obesidad que asuela la sociedad occidental se cobra una nueva víctima: el hígado. La hipertensión arterial, unos niveles altos de colesterol, problemas de corazón, diabetes y obstrucción de las arterias conforman el llamado síndrome metabólico, un conjunto de enfermedades que afecta ya al 25% de la población. Causado por la resistencia a la acción de la insulina –la hormona que permite que la glucosa sea asimilada por las células–, este síndrome tiene consecuencias hasta ahora desconocidas sobre el hígado, un órgano capital en el cuerpo humano: el 20% de los niños y adultos obesos pueden desarrollar cirrosis y el 5% de estos, un tumor.

La obesidad infantil es un problema de salud emergente en España, que cada vez preocupa más a las autoridades sanitarias.Un 35% de los niños españoles con edades comprendidas entre los 6 y 9 años presenta obesidad o sobrepeso. El número de adolescentes con unos cuantos kilos de más se duplicó en nuestro país entre los años 1985 y 2002. La comida rápida, el abuso de los dulces y el abandono de la dieta mediterránea han favorecido un estallido de casos.

Demasiada grasa

Recientes informes médicos han puesto de manifiesto que el exceso de peso está ligado al 60% de las muertes relacionadas con enfermedades no contagiosas, es decir con complicaciones cardiovasculares, cáncer y diabetes. La Organización Mundial de la Salud estima que esa cifra ascenderá hasta el 73% en 2020. «Los niños nacidos en el año 2000 pueden ser la primera generación que tenga una esperanza de vida inferior a la de sus padres», advirtió recientemente el catedrático de Pediatría de la Universidad de Compostela Rafael Tojo.

El hígado es uno de los órganos más afectados. Acumulación de grasa, inflamación, cirrosis y cáncer es una sucesión de enfermedades hepáticas bien establecida por los expertos y relacionada hasta ahora con el excesivo consumo de alcohol o a enfermedades víricas como la hepatitis B y C. Sin embargo, los últimos estudios alertan de la creciente influencia de los malos hábitos alimenticios y de la vida sedentaria como causas de estos graves trastornos.

Es precisamente el desconocimiento de este nuevo factor, junto a la falta de síntomas de este tipo de enfermedades –incluso el tumor hepático apenas deja sentir su presencia hasta un estado muy avanzado–, lo que las hace tan peligrosas. Un dato: el cáncer de hígado es el quinto más extendido del mundo y el tercero de mayor mortalidad, sólo por detrás de los tumores de pulmón y estómago.

Un órgano ‘único’

El hígado tiene como principales funciones la síntesis de las proteínas y el colesterol; elabora la bilis, necesaria para la digestión y la absorción de las grasas; almacena las vitaminas y el glucógeno; filtra la sangre y permite la asimilación de los medicamentos. Cuando falla, pueden aparecer graves afecciones como la ictericia, la colestasis (disminución o interrupción del flujo de bilis) o la ascitis (acumulación de líquido en la cavidad abdominal) y terminar en la muerte del paciente.

Una de las características que hacen único a este órgano es su gran capacidad de regeneración, que puede alcanzar el 75% del órgano. Pero esta capacidad tiene sus límites y se resiente cuando se somete al hígado a los excesos del alcohol y de las grasas.

La cirugía o el trasplante se plantean como las únicas soluciones, si bien se están realizando pruebas con un nuevo medicamento, el sorafenit, que alarga la vida durante seis meses. Los análisis comunes de sangre pueden detectar ciertos indicios de alteraciones en las transaminasas, unas enzimas que se liberan con la muerte de las células hepáticas. El problema es que estas células pueden sobrevivir en un hígado enfermo durante mucho tiempo sin dar señales de la gravedad de la situación. Cuando los signos son claros, suele ser demasiado tarde.

La actual epidemia de obesidad y los malos hábitos alimenticios que la sociedad española está importando de Estados Unidos hacen prever que la incidencia de la obesidad sobre las patologías hepáticas crecerá sin parar en los próximos años. Además, el alto índice de sobrepeso entre los menores indica que estas enfermedades terminarán por afectar a estos en la misma o mayor medida que a los adultos.

Los expertos advierten de que sólo hay una manera de impedir lo que parece inevitable: la prevención. Padres y centros escolares, según dicen, han de comprometerse en la promoción de hábitos saludables, en el fomento del ejercicio y la actividad física y en la implantación de una dieta saludable, rica en verdura y pescado azul y más pobre en grasas. Los médicos creen necesario incluso comenzar a controlar la tensión a los chavales de 20 años. No es sólo el hígado. Ya lo dice el reconocido cardiólogo español Valentín Fuster: una epidemia de enfermedades cardiovasculares amenaza a la sociedad.