DECEPCIÓN. El dimitido secretario de Sanidad, Tom Daschle, observa a Barack Obama durante un acto en Chicago. / REUTERS
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El fisco desgarra el Gobierno Obama

El secretario de Sanidad, Tom Daschle, y la encargada de supervisar el presupuesto, Nancy Killefer, dimiten por irregularidades fiscales Son ya tres renuncias, con la de Bill Richardson, en sólo dos semanas

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Tom Daschle se convirtió ayer en víctima de los nuevos estándares éticos que Barack Obama había prometido llevar a la Casa Blanca. El ex senador y amigo del presidente, elegido para liderar la complicada reforma de la sanidad, entendió que los republicanos no pasarían por alto sus fullerías con Hacienda y sus coqueteos con la puerta giratoria de los lobbies que Obama ha prometido cerrar, así que retiró su candidatura antes de que el daño a la credibilidad del nuevo presidente fuera irreparable.

No era la primera víctima en un día negro para el Gobierno de Barack Obama, que ayer vestía el luto con resignación. Nancy Killefer, encargada de supervisar la eficiencia presupuestaria del gobierno, retiró su candidatura al conocerse que durante año y medio dejó de pagar los consiguientes impuestos correspondientes a sus empleadas domésticas.

«Ambos entienden que no se pueden poner unos estándares de responsabilidad que se apliquen de forma diferente a las personas que sirven en el gobierno», explicó el portavoz de la Casa Blanca Robert Gibbs.

Pero la discriminación está hecha, porque el secretario del Tesoro Tom Geithner, el primero en pedir perdón por trampas con el fisco, ha pasado la criba y se sienta ya a su lado en la Casa Blanca. A punto estuvo de no hacerlo. Dicen que si su proceso de nominación no hubiera sido hace dos semanas hubiera fracasado también en el ambiente enrarecido del Capitolio, donde las diferencias sobre el plan de estímulo económico y los desmanes de Wall Street han acabado con la luna de miel que se vivió en torno a la toma de posesión.

Geithner, por otro lado, se encarga de un aspecto crucial para la economía en época de crisis. Dashle, sin embargo, pretendía llevar a cabo algo contra lo que los republicanos han luchado con uñas y dientes durante décadas: la «interferencia» del Gobierno en la sanidad privada, cuyos precios prohibitivos tienen a casi 50 millones de estadounidenses sin cobertura médica.

Objetivo claro

El que fuese líder de los demócratas estadounidenses en el Senado durante una década vivió de cerca el fracaso de Hillary Clinton para lograr la sanidad universal. Tan claro tenía cómo resolver la crisis de salud que escribió un libro bajo ese título.

Con sus conocimientos sobre el tema y sus contactos en el Capitolio, se esperaba que lo tuviera mucho más fácil, pero en los últimos había decidido poner sus contactos al servicio de firmas privadas para las que trabajó como asesor en Washington, al perder su asiento del Senado.

Fue realmente esto, y no sólo los 128.000 dólares que le escamoteó a Hacienda por no declarar una limusina con chófer que le prestaba un amigo, lo que hundió su proceso de confirmación.

«No sé cómo se puede cobrar dos millones de dólares de una firma de lobbies y no llamarse lobista, me parece deshonesto», protestó el senador republicano John Ensign. «Eso olía demasiado. Así que personalmente me parece que el senador Daschle iba a enfrentarse con preguntas muy duras y le ha ahorrado al presidente una humillación pública en las audiencias de la semana que viene», dijo.

En total cinco millones de dólares de ingresos en cuatro años fuera del Senado y «una vida fastuosa gracias a su nombre, conexiones y conocimientos de los intrínsecos políticos de la capital», escribió el lunes The New York Times. Antes que él, el secretario de Comercio Bill Richardson estuvo que dimitir al conocerse que estaba bajo investigación por corrupción.