ANÁLISIS

Pocos acuerdos

El domingo era Zapatero quien -con sus cejas en ángulo agudo, apoyado desafiante sobre el atril y con gesto adusto de profesor disgustado- abroncaba a los bancos y les instaba a desatascar el flujo de créditos a familias y empresas. Ayer lunes, por la mañana, el presidente de la AEB negaba la mayor y diferenciaba la situación española de la americana. Allí el sistema financiero ha sido el causante del desaguisado, al trasladar sus enormes problemas al conjunto de la economía; pero, en su opinión, aquí los bancos no han hecho otra cosa más que satisfacer el ansia de crédito del sistema. Por eso, ahora que la actividad se estanca, sufren por causa de la morosidad y la pérdida general de negocio. Es una manera original de ver la realidad y, como siempre ocurre, con ciertos ingredientes de razón. Evidentemente, los bancos han participado en la gran fiesta del endeudamiento y han proporcionado la música y el alcohol necesario para prolongar su duración; pero también es cierto que ninguna ley nos ha obligado a solicitar créditos de manera compulsiva.

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Los bancos y las cajas están ahora en pleno proceso de publicación de sus resultados. Zapatero se ha enfadado y les ha dicho que no es el momento de los grandes beneficios, sino la hora de arrimar el hombro de manera solidaria. Lo cierto es que, entre el Santander, el BBVA, el Popular, la Caixa y Caja Madrid han ganado 4.000 millones de euros menos que en el ejercicio anterior. ¿Es mucho? ¿Deberían de haber ganado menos? Los beneficios de la banca son siempre objeto de debate. Cuando son elevados, despiertan suspicacias y, en tiempos de crisis rabiosa, provocan la indignación popular. Pero si son bajos o si entran en pérdidas, entonces inducen el pánico de los ciudadanos, lo que acaba con la intervención de los gobiernos. Luego viene la reunión de ayer. Fueron muchas horas que se resumen en una nota sin contenido. En ella, se limitan a alabarse mutuamente y a prometer nuevos esfuerzos que no se concretan. Mala cosa. Eso no llena ni cinco minutos de conversación. ¿De qué hablaron el resto del tiempo? Da miedo pensarlo.

Un apunte final. La reunión anterior entre Zapatero y los banqueros se desarrolló sobre cómodos y mullidos sofás. La de ayer, sobre austeros y fríos pupitres. Quizás fue un castigo; o quizás el presidente del Gobierno quiso hacer pedagogía y mostrarles a los banqueros la incomodidad que sienten hoy sus clientes.