ARROPADO. Obama firma la orden de clausura de Guantánamo rodeado por el vicepresidente Biden y un grupo de militares retirados en el Despacho Oval. / AP
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Obama restaura el honor de EE UU

Rubrica el cierre de Guantánamo en un año y prohíbe las torturas en la batalla contra el terrorismo

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Se acabó Guantánamo, las cárceles de la CIA, las detenciones ilegales, las burlas a la Convención de Ginebra, las técnicas de tortura Todo de un plumazo, literalmente. Obama firmó ayer de una sentada cuatro órdenes ejecutivas que por decreto fulminan el oscurantismo que ha avergonzado a EE UU en el mundo desde los atentados del 11-S.

«Nosotros no torturamos», sentenció el presidente. Su predecesor, George W. Bush, también lo había dicho muchas veces, pero incluso altos mandos del Pentágono opinaban lo contrario. Técnicas infames como la de waterboarding, que consiste en introducir agua a presión por la nariz y la boca del interrogado hasta hacerle sentir que va a morir ahogado, habían sido autorizadas expresamente por el Gobierno republicano. «El mensaje que estamos enviando al mundo es que EE UU pretende seguir la batalla contra el terrorismo y la violencia de forma eficaz, pero de acuerdo a nuestros valores e ideales», resumió el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Era tal la importancia de esta decisión, que pone fin a uno de los periodos más oscuros de la historia norteamericana, que la simple firma de las órdenes ejecutivas se produjo con toda la fanfarria. A su derecha, el vicepresidente Joe Biden, y detrás más de una docena de mandos militares que, según Obama, «habían pedido apasionadamente que se restaurase el debido proceso y los valores constitucionales que han hecho grande a este país incluso en medio de la guerra».

A la orden ejecutiva le acompaña un memorándum que supone más bien una declaración de intenciones y un reconocimiento de lo que se deja atrás. Durante siete años, más de 800 prisioneros han pasado por el agujero negro de Guantánamo. Algunos llevan allí más de seis años sin que se les haya acusado de nada concreto frente a un tribunal, aparte de ser «combatientes enemigos». Un término con el que burlar la legalidad internacional, desde ayer en desuso. El nuevo presidente ordena «el trato seguro, legal y humano de todos los individuos en custodia del personal de EE UU que hayan sido detenidos en conflictos armados, para asegurar el cumplimiento de las obligaciones adquiridas en todos los tratados, incluyendo la Convención de Ginebra». Por el mismo decreto revoca todas las «inconsistencias» que puedan existir con otras órdenes, «incluyendo pero limitándose a las expedidas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA)».

Negociación internacional

Era un día grande para el triunfo de los derechos humanos, que arroja luz en la vida de los 247 presos que siguen encerrados en Guantánamo, y quién sabe cuántos más en manos de la CIA, el Ejército y otras fuerzas estadounidenses repartidas en el mundo. Los de la base caribeña no abandonarán todavía sus celdas. El presidente ha concedido un año de plazo y ha instado a la nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, a que trabaje con otros países para encontrar un destino internacional a aquéllos que no pueden ser devueltos a los suyos por temor a que sean torturados, ni juzgados en EE UU «por problemas con las pruebas».

Otra de las cuatro órdenes ejecutivas firmadas ayer establece la creación de un grupo de trabajo de alto nivel para que estudie la transferencia segura de estos presos. Eso incluye el destino de «algunos que pueden haber cometido ofensas por las que deben ser perseguidos (judicialmente)», en lo que supone también una admisión tácita de que la mayoría no tienen nada que purgar ante la ley.

Todas esas órdenes dejaban fuera al único ciudadano de EE UU detenido durante más de cinco años en una base naval del país para burlar a los tribunales. Por otro decreto expresamente redactado para él, Obama pide al fiscal general que revise el caso ante el Supremo.