ALTERNATIVA. Un búlgaro transporta madera en un carrito por Sofía para calentar su casa. / AFP
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Rusia abre de nuevo el grifo

Gazprom se compromete a restablecer hoy el suministro después de que Ucrania retirase un anexo al documento acordado que encolerizó a Moscú

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«Si no surge ningún imprevisto en relación con el cumplimiento del acuerdo sobre la misión internacional de observación del tránsito de gas a Europa, estamos preparados para restablecer el suministro a la Unión Europea el martes a las diez de la mañana» (dos horas menos en España), manifestó ayer en declaraciones a la radio Eco de Moscú el vicepresidente de Gazprom, Alexánder Medvédev. Estas palabras del directivo del gigante energético ruso, repetidas también en una rueda de prensa en Bruselas, parecen ya atisbar el final del atolladero energético vivido por más de media Europa desde el día 7, cuando Rusia decidió cortar el abastecimiento de combustible a través de Ucrania.

Para cubrirse las espaldas, no obstante, Medvédev aseguró no poder decir con exactitud cuándo empezará el carburante a circular otra vez por las conducciones de los países afectados. «Eso dependerá del estado del sistema de gaseoductos ucranianos, algo que los observadores internacionales deberán evaluar», añadió el número dos de Gazprom. El presidente de la compañía, Alexéi Miller, confirmó después ante el primer ministro Vladímir Putin que, a las diez de la mañana, «se efectuará un bombeo de prueba». La razón de que ayer mismo no se reanudara el suministro se debe, según manifestó Putin, a que la misión de expertos que deben supervisar el flujo de gas no había llegado aún a sus puestos de control. Se supone que hoy sí estarán ya en las estaciones de bombeo y listos para desempeñar su tarea.

La luz al final del túnel se empezó a divisar por la mañana, cuando las autoridades ucranianas aceptaron renunciar al anexo que, en la víspera, incluyeron en el protocolo que regula todos los aspectos relacionados con la comisión de observación. La nueva cláusula fue incorporada en Kiev el domingo de madrugada, ya que en el ejemplar rubricado el sábado en Moscú por Rusia y la UE no aparecía. Cuando al recibir la copia los dirigentes rusos se percataron de la existencia del texto adjunto, el jefe del Kremlin, Dmitri Medvédev, montó en cólera. Ordenó al Gobierno que no aplicara los términos del acuerdo y a Gazprom que mantuviera cerrado el flujo de gas. Medvédev calificó las correcciones de «burla» y «provocación destructiva».

Según reconoció la primera ministra ucraniana, Julia Timoshenko, las consideraciones adjuntadas al texto del protocolo «tenían más contenido político que técnico». Entre otras cosas, el anexo negaba que Ucrania hubiese robado gas ruso y aseveraba que no existe ninguna deuda con Gazprom. Para quitar hierro al asunto, el primer ministro checo, Mirek Topolanek, cuyo país preside la UE, afirmó que los puntos añadidos por Ucrania «no hay que entenderlos como vinculantes».

Lo cierto es que todo había vuelto al punto de partida y la situación de desabastecimiento energético en Europa, en mitad de una ola de frío, amenazaba con eternizarse. Así que, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, se puso ayer muy temprano en contacto con Putin y convenció después al presidente ucraniano, Víctor Yúshenko, y a Timoshenko de que renunciaran al anexo.

En avión

Rusia envió desde Moscú un avión a Kiev y el nuevo protocolo fue firmado por la parte ucraniana en el mismo aeropuerto de Boríspol. Timoshenko cree que Rusia es la responsable de tanto retraso. El vuelo continuó después hasta Bruselas y allí suscribieron el acuerdo los dos representantes rusos -el viceprimer ministro encargado de las cuestiones de Energía, Igor Sechin, y el presidente de Gazprom- y los dos europeos -el ministro de Industria y Energía checo, Martin Riman, y el comisario europeo de Energía, Andris Piebalgs-. Quedaba así desbrozado el camino para que los observadores, 25 por cada una de las tres partes (UE, Rusia y Ucrania) pudieran ocupar sus puestos sobre el terreno.

La misión de expertos está compuesta por técnicos de la Comisión Europea, de los ministerios de Energía ruso y ucraniano, de Gazprom y Naftogaz y trece empresas europeas. Deberán comprobar que la cantidad de gas que entra en Ucrania desde Rusia es la misma que sale después hacia Europa. Lo que está aún por resolver es el suministro a Ucrania, sobre cuyos precios, origen de toda la disputa, sigue sin haber acuerdo.