OJEANDO. Con la Llave de Cristal no se pierde una librería, se pierde un librero. / LA VOZ
Jerez

La calle Lealas es Larganchonda... y todo lo contrario

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico


Desde que he sabido que Manolo Ramos -mucho ha aguantado- cierra su Llave de Cristal, me ha venido a la boca aquella copla que tan bien se acopla a esta calle que, otra vez, se queda más huerfana:
Mi calle ya no es mi calle

que es una calle cualquiera

camino de cualquier parte.



Esta calle extraña, sin bares, por la que nadie pasea, que sin serlo parece más camino de salida que la avenida o la misma calle Arcos, ha ido perdiendo con los años las pocas referencias que la hacían paseable. Los cines Riba y Lealas se fueron a hacer puñetas, como antes el Jerezano, el Astoria, el Valeria o el Delicias. Ahora apenas queda la bodega Sanchez Romate, que se ha quedado huerfana de libros, el Cardenal Mendoza, desolado viudo de letras, Asepeyo sin Ilustración y Jerez -que es lo peor- pierde un magnífico librero.

Porque cuando se pierde una librería como la Llave de Cristal no se pierden los libros, se pierde un librero en el viejo sentido de conocedor y escogedor de libros , de lector selectivo.

Desaparece la librería de Manolo Ramos y él me pide que no haga esta necrológica, que lauree y alabe como merecen a La Luna Nueva y El Laberinto de los Libros, al otro Manolo y a Cristobal. Razón no le falta aunque la triste noticia sea él, porque cuando carezcamos del escaso sentido crítico que aun nos queda, terminaremos echando en el carrito, como quien no quiere la cosa, a Zafón, a Antonio Gala y a Harry Potter encima del chopepo, el champú y las compresas de la parienta.

Volviendo al principio, que mi calle -una de tantas que he vivido- sigue siendo ni La Plata ni Porvera, ni Icovesa ni Santiago; siendo larga como es, no es tan larga como Larga, ni tan ancha como Ancha, ni tan honda como Honda. Larganchonda con el aliño de Luis Diez, Fran Requejo y el N.P.U, que es vino con nombre de taco. Lo que yo les diga.

Ésta es una calle para vivir, pero no para vivirla; aunque si uno se echa a rodar para abajo se reencuentra, como todos los días, con Juan el del Shema y los manjares de sus hermanas; con el Fili y sus avances; con Baco y sus cachuelas; con los chinos del Bonsai y la madre que los parió; con el pequeño bar de Salvador y sus langostinos; con los Benicio y su simpatía. Lo que se dice el universo Mundo.

De Piodoce al Retiro, de la avenida a San Miguel, de Cartuja a Santiago, de Plateros a La Plata, uno le termina cogiendo querencia a sus destinos, como los militares. Ahora, por ejemplo, tengo cerca la saeta a destiempo de la pescadería del Zambo, el estudio críptico de El Pipa, el glamú del Boquerón de Plata y la alegría contagiosa de Agustín el del Arco. Uno es así de acomodaticio.

Nota: Me despido de ustedes, y de este 2008 de mierda, a la jerezana manera, con un mediodía interminable y las uvas que se las coma su padre. A Faustino le he dejado una copa de amontillado apuntada en la barra del hielo, a Lolo el del Chano un abrazo, en el Tabanco de Jesús una ronda con los comerciales de LA VOZ, en el Rody un buen almuerzo de guiso y fritura con buenos amigos como Tomás y Concha... Y de Arcas no puedo decir nada porque me han fallado los espías.

Si no nos vemos durante un tiempo, quiero que ustedes (familiares, amigos y otros lectores amables) sepan que ha sido un placer, y que espero haberles entretenido en ocasiones.

rafabtoledano@hotmail.com