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De vuelta al Casino

Fue una pequeña incursión de tan sólo tres minutos. Algo así como asomarte a un lugar prohibido, que sabes que no te pertenece y al que tú no perteneces. Pongamos por caso: la tienda de Loewe en la madrileña calle Serrano. O el Casino Militar de Cádiz antes de que cerrara sus puertas.

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Sucedió un par de meses antes de que se produjera la ceremonia de la bajada de la bandera y la triste despedida. La responsable de la sección por entonces, Inmaculada Macías, me envió a hacer un reportaje sobre los socios del Casino Militar. Yo esperaba el clásico recibimiento que suele tributarse a un periodista que va a hacer un reportaje lúdico-festivo, sin mayor animosidad. Ya saben: qué placer tenerla aquí, yo no me pierdo su periódico, soy lector habitual, etc, etc.

No les digo que esperaba canapés y un fino, porque una sale desayunada y almorzada de su casa, más que nada porque se lo enseñaron sus padres y el profesor de Ética de la Facultad (se aprende poco, pero algo te queda de esos cinco años).

Cuando entramos allí, en la sede de la calle Ancha -el fotógrafo y servidora- encontramos cierto ambiente gélido. Dos o tres señoras charlaban en los sillones. Y en la barra del bar, cuatro hombres permanecían acodados, con pinta de estar disfrutando de una edificante conversación. Todos se callaron y nos miraron de hito en hito (he esperado meses para poder usar esta expresión). Lo primero que pensé es que, sin querer, al cruzarme con algún estudiante camino del Rectorado, su pañoleta palestina había volado y se me había pegado al cuello. Bajé la vista y vi que no, que ese día no tenía aspecto de ser una joven okupa antisistema. Luego pensé que mi compañero, por un lamentable error, había elegido un jersey lila, unos pantalones rojos y unos tenis amarillos. Pero iba de negro, como siempre. La conversación duró menos de tres minutos. A las preguntas siguieron monosílabos hasta que llegó una invitación a marcharnos. Nunca más volví. Hoy todavía paso por su puerta clausurada y siento tristeza. Hasta desolación, diría yo.