Editorial

Estafa financiera

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La detención en la madrugada del jueves del financiero Bernard L. Madoff y su confesión ante el FBI de haber estafado a cientos de inversores por valor de cincuenta mil millones de dólares mediante un sistema de ahorro piramidal, pone al descubierto la peor faceta de los negocios especulativos que brotaron al calor de la burbuja financiera para administrar fondos multimillonarios procedentes de todo el mundo. El mecanismo utilizado por el brooker estadounidense, equivalente a conocidos escándalos descubiertos en España en los últimos años, obtenía la rentabilidad en función del dinero que iba captando en los vehículos de inversión ofrecidos con el gancho de unas rentabilidades muy por encima de la media del mercado. De modo que cuanta más rentabilidad registraban, más inversores se sentían atraídos por los productos de Madoff. Pero su especialización en sofisticados productos financieros como los hedge funds, (fondos de inversión libre o fondos de cobertura) sometidos a una reducida regulación y que requieren mínimos de inversión muy elevados, ha concentrado los perjudicados del fraude en un segmento de inversores de gran capacidad económica. La banca privada española y europea no se han librado, junto a grandes inversores de Japón, Suiza, Francia y Reino Unido, del grave quebranto que algunos expertos evalúan, sólo para nuestro país, en 3.000 millones de euros y que se agrega a las millonarias pérdidas arrastradas en la caída del gigante Lehman Brothers.

Sin embargo, el estallido del escándalo Madoff muchos meses después del pinchazo de la burbuja financiera y especulativa, invita a preguntarse sobre el alcance de la contaminación de activos bancarios o tambaleantes negocios de inversión que quedan todavía debajo de la alfombra sin que ni las autoridades fiscales, ni las propias entidades bancarias, hayan logrado ponerlas al descubierto. Y resulta también desalentador constatar que bajo el brillo deslumbrador de los rascacielos de Wall Strett se hayan podido camuflar durante años al abrigo de la inspección de las empresas auditoras y las autoridades reguladoras delincuentes financieros como el bróker ahora detenido. A partir de ahora, se trata de acotar los daños causados en los patrimonios afectados a partir del reconocimiento obligado por las entidades del riego asumido en la gestión de sus activos y de sus clientes. Pero los contribuyentes no admitirían que el dinero publico acuda ahora al rescate de patrimonios privados, en lugar de discurrir por los circuitos del crédito hacia las empresas y consumidores que los precisan.