TRADICIÓN. La conocida y céntrica calle Rosario se encuentra flanqueada en sus dos extremos por las plazas Aladro y San Andrés. / CRISTÓBAL
Jerez

Jerez tiene una calle de dulces y de arte

Rosario recibe este nombre desde el año 1852 como consecuencia de la devoción a la Virgen en Santo Domingo

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En la calle Rosario hay turrones y peladillas. Y huesos de santos y turrón de yemas, de chocolate o de almendra. No es una novedad. Aquí huele a mazapán, cada Navidad, desde el año 1938, cuando Enrique Soler Mira se tuvo que quedar en Jerez casi a la fuerza porque la guerra se enfureció de tal forma que fue imposible regresar a su Jijona natal. La verdad es que no le salió mal la jugada. De hecho, se quedó para siempre y montó una heladería-pastelería que desde entonces está abierta en la ciudad. Conocedor de las exquisitas recetas de los helados y turrones alicantinos, desde ese mismo año situó su radio de acción en la calle Rosario y todavía su hija Carmen sigue llevando la tradición heladera y turronera a sus espaldas.

La calle Rosario toma este nombre por la muy antigua devoción a la Virgen de este nombre que recibe culto en el convento de Santo Domingo. Así lo atestigua la historia de la ciudad y no existe otro motivo más que ser un honor a la imagen de los Montañeses santanderinos que en su festividad sale a las calles de Jerez. Fue el Ayuntamiento de la ciudad, el 22 de abril de 1852, el que oficializa el nombre de una calle que antes fue llamada de Tras de Santo Domingo.

Pero como no hay mejor lugar que Soler para recordar la historia de la calle Rosario, proseguimos ante su mostrador a ver de qué nos enteremos. Carmen es un encanto. Inmediatamente te quiere poner un café y te da a probar una almendrilla. «Si hubieras venido ayer, nos hubieras visto con las manos en la masa», comenta. Carmen nació en Jerez y se crió entre la plaza Aladro y la calle Rosario. «Todavía recuerdo que de niña me colaba por el corralón y salía a la calle Larga. Daba la vuelta y volvía locos a los vecinos que me veían entrar por un lado -presuntamente sin salida, como era el famoso corralón- y volvía por el lugar contrario», recuerda. Y es que había una salida por las antiguas oficinas que daban a la calle Larga. Con los años, Soler se hay ido convirtiendo un clásico en la ciudad. Se han escrito cosas estupendas sobre esta heladería que cada Navidad se convierte en casa de los mantecados. «Y que dure muchos más años, hijo», desea Carmen Soler tras el limpio mostrador del establecimiento. Sin duda, esa licencia de apertura nos enseña debe de coger más solera si cabe.

Corralón

Se recuerda en la calle Rosario el famoso corralón que estaba en la única bocacalle que hay y que ahora da paso a una moderna urbanización justo por el lateral de lo que hoy es el Conservatorio de Música. Allí había un taller de chapa, otro de mecánica y El Rubio con su carpintería, que también regentaba el Minibar, justo enfrente de la bocacalle. Su señora, dicen los vecinos, cocinaba de maravilla. Así que se aprovechaban de las exquisitas tapas que ponía la buena señora en el bar mientras El Rubio atendía a ratos el taller de chapa y el establecimiento hostelero. Así nos lo confirman los dos José Luis que llevan la tienda Lalana. «Nos dedicamos a la electrónica y a las emisoras. No te hablo del tema de emisoras porque es un asunto bastante complejo. Estamos especializados en este mundo», comenta uno de ellos. Su compañero José Luis lleva también media vida trabajando en este mismo local. Antes, había una ferretería conocida por todos como Docha. Domecq y Chacón, los propietarios del negocio. Una señora ha entrado con un pie de lámpara de algo más de metro y medio. «A ver si tiene arreglo», comenta. «Se hará lo que se pueda», responde José Luis. Y después se deberá lo que se haga. Está claro. Dejamos a estos dos amables profesionales en su tienda que surte de material eléctrico a muchas e importantes empresas jerezanas. Pero ahora lo que les ocupa la atención es el pie de algo más de metro y medio que la buena señora quiere recuperar para el salón de su casa.

Nos vamos al ala más artística de la calle Rosario. Manolo Garante es el culpable de que Jerez tenga el número más elevado de pintores de brocha fina por metro cuadrado. El escaparate de su tienda Jerezana de Pinturas le dan a uno ganas de convertirse en El Greco. Materiales tendríamos para pintar El entierro del conde de Orgaz, el talento de Domenikos Theotokopoulos ya sería otra cosa. «No sé si hay muchos pintores -comenta el chico encargado de la tienda-, pero sí te puedo de decir que sí hay muchos que se las dan de pintores, que es distinto».

Diego es un aficionado a la pintura que ha acudido a esta tienda de las bellas artes y las manualidades. «Nada de artista. Sólo un aficionado que nunca se queda contento con sus obras», comenta con sensatez. Justo al lado está la segunda parte de la Jerezana de Pinturas, destinada en este caso a otra clase de pintores, los de brocha gorda, que también son necesarios.

Pero la pintura nos lleva a la música. Los chicos del Conservatorio entran y salen durante toda la tarde. Se trata de lugar con más vida de la calle. Contrabajistas, violonchelistas, saxofonistas, flautistas o guitarristas van y vienen. Antes, este casco de bodega fue Casa de la Juventud, lugar donde los jerezanos se sacaban el carné de joven para que el autobús les saliera más barato. Desde hace unos años, ha sido reformado y remozado, convertidas sus dependencias en clases para el estudio musical. El Conservatorio de Música Joaquín Villatoro. En memoria del músico jerezano.

Y así es cómo finaliza la calle Rosario. Dos grandes plazas la flanquean por ambos lados. San Andrés por un lado y Aladro por el otro. En medio, las historias del corralón, de El Rubio con su carpintería, de la tornillería Jaca, del antiguo despacho de Zahor -nos referimos a los chocolates- o del depósito almacén de medicinas de Fernán Gómez.

La historia de la ciudad en una zona céntrica, presidida bajo el nombre y advocación del Rosario. Un Rosario que se hace dulce por Aladro para convertirse en artístico, pictórico y musical cuando San Andrés lo tienes a la vuelta de la esquina.