AUTOR. Un ataque al corazón impidió que Stieg Larsoon viviera su éxito. / LA VOZ
Cultura

La crónica negra del bienestar

Stieg Larsson regresa después del éxito de 'Los hombres que no amaban a la mujeres' La novela sigue la estela de crítica social de Mankell

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En un artículo fechado en 1999, un corresponsal inglés recogía las palabras de un colega sueco, Stieg Larsson, a raíz de la explosión de unos coches bomba en Estocolmo, en un atentado reivindicado por los neonazis. Larsson no era todavía el autor de Los hombres que no amaban a las mujeres, la novela de la que se han vendido en España 300.000 ejemplares desde junio. Entonces dirigía una revista, Expo, dedicada al periodismo de investigación y a vigilar el auge del racismo en Suecia. En esto sí ejercía como toda una autoridad en su país.

Aquella crónica en The Guardian, como la literatura de Larsson y las novelas negras de su país, alertaban sobre las grietas del sistema sueco, aún alabado en el mundo por sus garantías de bienestar, pero que visto desde dentro afronta los problemas derivados de una inmigración masiva, los descontentos en las barriadas y otros males sociales como el sentimiento de la soledad y el maltrato a las mujeres, un fenómeno muy oscuro para una Suecia con una imagen igualitarista.

Las librerías de toda España están colocando en sus escaparates, desde hace una semana, la segunda novela de Stieg Larsson, La chica de que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino). En ella el lector se vuelve a encontrar con la Suecia negra y con el periodista Mikael Blomqvist, esta vez encumbrado desde que resolvió el caso de una corrupta trama empresarial amparada en secretos de familia.

Ahora tiene entre manos un reportaje sobre el tráfico y prostitución de mujeres del Este, que le volverá a unir con Lisbeth Salander, una investigadora de una prodigiosa memoria fotográfica y adornada con tatuajes y piercings, de 1,54 metros de altura y 42 kilos de peso, una especie de heroína de videojuego. Las expectativas son altas para esta obra, más aún cuando se acerca la campaña de Navidad y el libro, en tiempos de crisis, se presenta como un regalo asequible, según comentan los libreros. «Hay clientes que ya han venido a pedirlo, porque saben que está a punto de salir. La primera novela gustó mucho, la recomendamos porque era sencilla y entretenida pero iba más allá de la pura diversión, y el boca a boca funcionó», explican.

Aviso de Francia

La editora Silvia Sesé, de Destino, contrató la trilogía de Larsson Milleniun, a la que pertenece el nuevo volumen, el segundo dentro de la serie y cada uno de ellos con más de 700 páginas. «El aviso me llegó de Francia, un país en el que ha tenido un éxito espectacular. La historia del primer libro me pareció absorbente, tenía mucha calidad y trataba temas actuales como la violencia de género y la corrupción moral en una sociedad que presume de muy limpia y democrática».

Larsson murió de un ataque al corazón en 2004, al poco tiempo de cumplir el medio siglo. Fue reportero de guerra de varios medios de comunicación suecos y, situado a la izquierda de la socialdemocracia, se especializó en los grupos de ultraderecha que empezaron a surgir en su país en los años noventa. El autor no pudo ver su éxito, ya que falleció al entregar el tercer tomo a su editor y justo después de que se publicara el primero. En su país, de seis millones de habitantes, tres millones de ejemplares han comprado alguno de los volúmenes de la trilogía.

Los suecos ya estaban acostumbrados a mirarse en el espejo negro de las novelas de intriga para ver reflejados sus males. El caso más reciente es el de Henning Mankell, con 20 millones de libros facturados en el mundo, que el pasado 12 de noviembre publicó en español una de sus obras, El chino, de índole policíaca pero sin el ya jubilado detective Wallander, que en sus nueve novelas se ha encargado de radiografiar el frío interior de los suecos, las familias disfuncionales y la agresividad de los jóvenes.

Onda globalizadora

En esta última obra, la jueza Birgitta Roslin investiga por su cuenta la matanza de 19 ancianos en el pequeño pueblo de Hesjövallen, una serie de asesinatos que se relacionan con China, y que así muestra cómo la onda expansiva de la globalización llega a la apacible y luego siniestra localidad nórdica.

Mankell tuvo como maestros a un matrimonio escritor muy conocido en Suecia, Maj Sjöwal y Per Wahloo, que publicaron una serie protagonizada por el inspector Beck con marcado acento social. Entre los escritores actuales, además de Larsson y Mankell, destaca Leif GW Persson, autor de una trilogía cuyos tres volúmenes comparten el inequívoco subtítulo de El declive del Estado del Bienestar.

En su entrega más reciente, publicada como las anteriores por Alea-Paidós, Persson hurga en el centro de la herida sueca, el asesinato del presidente socialdemócrata Olof Palme en 1986 mientras paseaba en compañía de su esposa tras salir del cine. Desde entonces la autoestima de los suecos no termina de remontar y los problemas sociales se agolpan para un Estado del Bienestar cada vez más anémico. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina comienza con Lisbeth alejada de Mikael, en una playa del Caribe, distrayéndose con el estudio de las matemáticas y ciertos placeres.

La vida de los dos protagonistas de Larsson carece ahora de punto de unión, pero una chica atada a una cama, que sufre los abusos de un ser despreciable, puede volver a acercarlos. La herencia de Stieg Larsson sigue siendo el aspecto más espinoso del éxito post-mortem del escritor sueco. Cuando se publicó en español El hombre que no amaba a las mujeres, en junio, los cálculos apuntaban a que los derechos de autor de la trilogía Millenium sumaban siete millones de euros. Y la rueda sigue. Larsson vivió durante 32 años con la arquitecta Eva Gabrielsson en una situación económica poco boyante y sometida a frecuentes cambios de domicilio porque el escritor estaba amenazado de muerte por la extrema derecha. No estaban casados y la ley sueca no reconoce a las parejas de hecho, por lo que ese dinero engorda las cuentas del padre de Larsson, un sindicalista con el que apenas tenía relación, y del hermano del autor. La situación enfurece a su compañera, que compartió con él un tipo de vida arriesgado y sin alegrías económicas. Los familiares del escritor aducen que no han podido llegar a un acuerdo con Gabrielsson. Según Kurdo Baksi, el compañero y amigo que presentó en Madrid La chica que soñaba con una cerilla y un bidón e gasolina, el novelista negro tenía muy claro que sus libros serían un éxito, y ya había pensado cómo distribuiría los beneficios: los del primer libro se los quedaría él; los del segundo los destinaría a construir una casa para mujeres maltratadas, y los del tercero, a un centro de estudios sobre el racismo. Los deseos de Larsson no se han visto cumplidos. Al parecer, su viuda tiene en su poder unas 200 páginas -sin corregir- de una cuarta novela, que se niega a entregar a los editores. Demasiado valor para lo poco que puede recibir.