TRIBUNA

25 de noviembre, (todavía) día para la reflexión

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Los días posteriores al 25 de noviembre me inundan sentimientos encontrados. Por un lado me hace sentir optimismo el comprobar que cada vez son más los foros de debate que se abren (alrededor de estas fechas y en otras) para reflexionar sobre las causas y las consecuencias del maltrato a las mujeres; me hace sentir optimismo el interés por reflexionar de manera colegiada sobre este tema. Pero, lógicamente, me entristece que se tenga la necesidad (y la obligación) de recordar, de decir en voz alta, que aunque la igualdad legal existe, el maltrato a las mujeres sigue estando presente (muy presente) en nuestra cotidianidad.

Como sabemos, la violencia se presenta de muchas formas. Las formas que adquiere son múltiples y complejas. Se reconoce muy bien la violencia física porque es manifiesta, explícita, se puede ver... (y denunciar). Sin embargo, existen otros tipos de violencia. La violencia psicológica se puede expresar a través de insultos o desprecios; va minando la autoestima de manera paulatina; se reconoce relativamente mal aunque sus consecuencias también son medibles: depresión; estrés postraumático... Igualmente se puede hablar de violencia estructural, que hace referencia a la exclusión social que se produce dentro de algunas comunidades (contra personas inmigrantes, por ejemplo). O se puede hablar de violencia simbólica, que hace referencia a la imposición de significados prejuiciosos sobre el rol que se le atribuyen a una persona (o a un grupo de personas) desde la propia familia, la comunidad de referencia, la educación o desde los medios de comunicación. Y esa atribución de rol a veces es clara y abierta pero muchas otras tienen un carácter sutilísimo.

Se pueden matizar esa violencia simbólica, de manera que podemos hablar de sexismo ambivalente, que se produce cuando la persona experimenta un conflicto emocional entre los sentimientos positivos y negativos que le despiertan las mujeres. Un ejemplo sería mantener el siguiente discurso (aunque no suele ser abiertamente confesable): desde luego las mujeres son iguales que los hombres pero se me hace raro tener a una jefa. Hablamos de sexismo moderno cuando la desigualdad se ve como algo incorrecto pero se hace peticiones injustas a las mujeres. Un ejemplo se materializa en este deseo (de nuevo, poco confesable): puedes salir al mundo profesional siempre que no abandones el cuidado de la casa de de la familia, que te corresponde. La publicidad o el cine están plagados de mensajes de este calibre. En concreto la película Erin Brockovich (2000) nos habla de una mujer separada, con tres hijos a su cargo, que se queda sin trabajo remunerado y sin dinero. Es luchadora, creativa, una buscavidas... con una buena autoestima y logra triunfar. Pero, a la vez, nos está presentando a una mujer que tiene que encargarse de sus hijos, que tiene que encargarse de la casa... que esa es su tarea. Y si no lo hace... no es buena mujer, es una desgraciada. Ese es un mensaje presente pero que pocas veces se lee. El sexismo benevolente es aquel comportamiento amable, cortés, protector, afectivo... para aquellas mujeres que cumplan con su rol tradicional. La publicidad nos traía hace poco menos de un año un anuncio con estas características socializadoras perversas. Me refiero al anuncio que cerraba pantalla en rojo con un contundente coca-cola muac. En él se nos muestra a unas mujeres capaces de reírse de los rumores porque son listas. En él se decía textualmente: porque nadie, nadie sabe más que una cocinera, un poco psicóloga, enfermera cuando hace falta, economista, inventora de cuentos y repartidora de felicidad en general. Todas ellas aparecen en sus cocinas, poniendo la mesa. Algunas cocinas son clásicas otras más modernas... Pero la mujer siempre en la cocina... que es su sitio natural. A la vez, se infantilizan (en su sentido más peyorativo) las profesiones, porque todas quedan dentro de lo que es ser una buena madre.

La perversión radica en aparentar un pensamiento a la altura de las circunstancias (abierto, flexible, conciliador, co-responsable, reconocedor de todas las virtudes de las mujeres) y mantener una actitud arcaica (y, sin duda) peligrosa, que se materializa en la siguiente idea: si eres buena, y te comportas como espero, te trataré como a una reina. Porque el resultado es que en cuanto las mujeres quieren ser profesionales con ideas propias y/o con ambición, quieren dejar los fogones por los libros, se desata la furia de algunos desgraciados. El problema, además, radica en que con ejemplos socializadores como estos, las nuevas generaciones quedan trabadas en aprendizajes relacionales absolutamente negativos.

Aviso para navegantes (para docentes/para madres y padres/para responsables de campañas publicitarias/para guionistas): en noviembre o en marzo... o en cualquier mes del año, deberíamos cuidar lo que enseñamos sutilmente (el denominado curriculum oculto) y deberíamos vigilar lo que nos enseñan.