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El misterio de las Reinas Magas

Resulta encomiable el purismo en el rescate de la esencia de nuestros valores o costumbres, como diría Mariano Rajoy, que alienta en la propuesta de Millán Alegre, a la sazón y como su propio apellido indica concejal de Fiestas en El Puerto de Santa María. Y es que el edil ha pedido a las asociaciones de vecinos que se abstengan de proponer mujeres para representar a los Reyes Magos alegando que cuando alguna hembra ha desempeñado en el pasado una misión tan viril «ha provocado la desilusión en algunos pequeños cuando al ver al rey se han dado cuenta de que es una a mujer por sus condiciones físicas, que obviamente son difíciles y complicadas de disimular».

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Frente a las acostumbradas críticas procedentes por lo común del buenismo de la alianza de civilizaciones, creo que lo suyo es que el Ayuntamiento portuense no de marcha atrás ni para coger impulso. Y, en cambio, persevere en esta línea de investigación en los orígenes de la Epifanía. ¿Por qué limitar a tres los Reyes Magos de Oriente? La Biblia no dice nada al respecto y no vamos a ser más papistas que el papa San León quien implantó un ERE y les redujo a tres en el siglo V de nuestra era. ¿Por qué no ampliar su número a cuatro, incorporando a Artabán a los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, o a doce como dicen los armenios? Pero lo suyo-suyo serían sesenta: ¿imaginan acaso qué magnífica cabalgata? Con sus pajes correspondientes, darían 120 figurantes que podrían ser contratados de las listas del SAE, de los contingentes de inmigración temporal, de entre los operarios encerrados en Barcons o, mejor aún, bien pudiera ser incorporada dicha actividad al programa de formación recreativa de los antiguos trabajadores de Delphi.

Habría que cuidar, y en ello el concejal Millán Alegre seguro que coincidirá conmigo, la extracción cultural de sus majestades. El nombre de magos proviene del latín Magi. No significa lo mismo que hoy, así que no cabe pensar en Juan Tamarit o en David Copperfield para tales nichos de empleo. El de Magos era, por lo que parece, un título que se le daba a las castas sacerdotales del zoroastrismo. ¿Habrá zoroastristas en las asociaciones culturales del registro civil? Lo más parecido a eso debe ser lo de Nueva Acrópolis. Como parte de su religión, estos sacerdotes tomaban una especial atención a las estrellas y por la astrología: ahí sí tenemos un filón, empezando por Rappel, que igual se traía él mismo el traje, un detalle que supondría un gran ahorro para las arcas municipales. Sin embargo, no echemos las campanas al vuelo: la mayoría de este oficio es femenina y tampoco podríamos fichar a la bruja Lola para contemplar la terna o lo que fuera. Una solución alternativa sería traducir lo de magos por hombres de ciencia, pero en ese caso no podríamos contar con escritores ni con futbolistas, aunque lo mismo podríamos ir pensando a tal fin en El Gran Wyoming que estudió Medicina.

Pero, ¿qué sería de la leyenda de los Reyes Magos sin Santa Elena, la madre del emperador Constantino? Como recordaba Felipe Benítez, fue ella quien reunió sus reliquias y consolidó su leyenda. Así que, amigo Millán Alegre, cherchez la femme. Me temo que siempre habrá una mujer de por medio y si usted sigue decidido a llegar a las últimas consecuencias, instaure en El Puerto la sana costumbre de que los Reyes Magos se hagan acompañar de una santa. Que es en el fondo lo que son; y en especial las muertas a diario por la libertad cotidiana de todos los seres humanos.