TRIBUNA

Juana y Li, in memoriam

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La ciudad de Jerez, gracias al espíritu abierto y avanzado de nuestra sociedad, lleva años siendo ejemplo de lucha contra la violencia de género en todos los frentes: desde el institucional, hasta la ciudadanía en su conjunto, pasando por las organizaciones de mujeres y, de forma particularmente singular, de los propios hombres que trabajan y luchan por un nuevo modelo de masculinidad.

Todo ello constituye la notable aportación que las jerezanas y los jerezanos hemos hecho a la empresa común e inaplazable de desterrar de nuestras vidas la violencia machista, bien asentada en nuestras sociedades, históricamente fundamentadas en un sistema patriarcal de principios y valores en el que la mujer era un género de segunda clase subordinado al hombre hasta el extremo de justificar el ejercicio de la violencia.

Es muy difícil calcular cuántos episodios de violencia machista hemos podido evitar gracias a este esfuerzo colectivo y continuado. Posiblemente muchos, como muchas han sido las mujeres víctimas que se han visto arropadas, atendidas y protegidas para poner fin al calvario.

Unos logros que en los últimos años se han visto reforzados con los extraordinarios cambios legislativos que se han introducido en nuestro ordenamiento jurídico gracias fundamentalmente a dos leyes orgánicas de gran trascendencia, impulsadas por el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero: la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres. Hoy día, hasta tenemos un Ministerio de Igualdad, cuyo antecedente más cercano fue la Consejería para la Igualdad y el Bienestar Social de la Junta de Andalucía.

Cambios impensables hace apenas unos años, que han impulsado a su vez, o han ido parejos, a profundos cambios en la mentalidad de jueces, policías, fiscales, gobiernos, empresas, medios de comunicación y, en definitiva, la sociedad en su conjunto.

Todas y todos cuantos hemos trabajado y seguimos trabajando para alcanzar estas metas podemos y debemos felicitarnos por lo mucho que hemos progresado desde que, en 1993 (¿hace sólo 15 años!), la Conferencia de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos definiera por primera vez la violencia machista como una violación de esos Derechos. Es bueno tomar conciencia de que este esfuerzo inacabado da sus frutos, porque nos permite tomar aliento, coger fuerzas, y seguir adelante.

Pero no es menos cierto que todo este conjunto de avances no ha evitado la muerte en Jerez, en menos de un año, de Juana López y Li Wei Zhaoquin, dos mujeres tan distintas en todo y que, trágicamente, terminaron su vida de igual forma: a manos de dos hombres que personalizan así la más execrable manifestación de la violencia machista.

Juana y Li, hoy más presentes que nunca en nuestra memoria y en nuestros corazones, nos recuerdan que aún hay mucho por hacer. Nos dicen que todavía no es suficiente. Nos animan a redoblar nuestros esfuerzos. Nos advierten de que el camino que queda por recorrer aún es largo, duro y complicado.

Pero el hecho mismo de que hoy, un nuevo 25 de noviembre, nos acordemos de ellas y de todas las mujeres que sufren cualquier tipo de violencia machista, también nos reconforta porque significa que algo ha cambiado y que, juntos, hombres y mujeres, mujeres y hombres, podemos conseguir una sociedad libre de terrorismo doméstico de la misma forma que hemos conseguido ya una sociedad libre de olvido.