Sociedad

Un joven estadounidense de 19 años graba su suicidio a través de una 'webcam' en un chat

En apariencia duerme plácido entre las sábanas revueltas. En realidad no respira, ha muerto y yace de espaldas a la cámara. Dejó una nota en la que decía odiarse a sí mismo por considerarse un fracasado y por haber hecho daño a otras personas. ¿Se paró a pensar en el efecto que podía causar con la retransmisión de su suicidio? Aún puede verse en la Red. En la estancia no se oye nada, nada apenas se mueve tampoco, pero encoge el corazón.

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Este muchacho sin vida tiene nombre. Es el estadounidense Abraham K. Biggs, 19 años, residente en Florida. Ingirió una sobredosis de pastillas e invitó a los usuarios que en ese momento utilizaban el portal de vídeos Justin.tv a observar por webcam cómo se quitaba la vida en su propia habitación. Varios internautas, molestos por lo que creían era una broma macabra y un montaje, insultaron a CandyJunkie (algo así como golosina yonqui), el alias que Biggs eligió para identificarse en el foro. Algunos contactaron con la Policía.

En el video se aprecia el momento en que irrumpe en la habitación un agente y apunta con su arma al cuerpo del joven. Enseguida baja la pistola, comprueba que no respira y a continuación cierra la webcam. En la pantalla se ve un fundido en negro. Un adiós. Uno nunca sabe cómo reaccionar ante las despedidas. El presidente de Justin.tv, Michael Seibel,ha expresado su pesar por lo ocurrido y solicitado respeto hacia la intimidad del fallecido y su familia.

'Gran hermano' macabro

No es la primera muerte en directo. Hace cinco años, otro joven estadounidense, Brandon Vedas, de 21 años, murió frente a su webcam tras tomar un puñado demasiado grande de pastillas recetadas mientras participaba de un chat con personas que lo incitaban a hacerlo. Otros usuarios tan anónimos como él con sobrenombres y edades imposibles de descifrar. Vedas quiso demostrar a sus cyberamigos que era «un tipo duro»; es lo que dejó grabado en su agónica conversación. Su madre estaba en la habitación contigua y no vio ni oyó nada. El chico tuvo un instante de lucidez. «Si parece que estoy muerto, llamad a la Policía», dejó dicho.

Conocido el caso, se abrió el debate. ¿Hay que limitar el acceso a determinadas informaciones en la red? ¿Quién se hace responsable de los contenidos publicados? ¿Cómo evitar que esto se repita? Está por resolver.