NADANDO CON CHOCOS

Tuneados

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Las chicas más duras se tunean los pechos, los canis, los coches; los ejecutivos, sus balances; los adolescentes, los móviles; los periodistas, los primeros párrafos; los políticos, sus despachos y algunos hasta se tunean el cerebro en las madrugadas de otoño. Creen que los demás ni se lo huelen, cuando el mundo apesta a chamusquina y hasta los sordos escuchan el eco de los discursos de la mentira: «Esto es bueno, porque parece bueno, aunque en realidad sea mierda».

Hay solución a la crisis: si los españoles no pueden tener un Porsche, alguien muy convincente susurra en su oído que, por un módico precio, pueden comprarse un casi Porsche, dos casi tetas, una casi mujer y un casi amigo.

Los intelectuales de hoy en día dicen cada tres frases Muchachada Nui y a los restaurantes les ha dado por restaurarse. Por tunear sus cartas. En Cádiz hay unos cuantos. Hay uno muy hábil poniéndole nombre a sus recetas. Bocadito de mousse de foie sobre coulis de frutas del bosque. Así le llaman en la carta, al paté lapiara con mermelada de fresa. Cobrado como tal, por cierto, que generalmente no suele salir uno con la cartera como los muslos de José Tomás. No saldrán tiesos. Entrarán tiesos, eso sí. Hasta las trancas de deudas y con la tarjeta de crédito temblando accederá a ese universo de violetas y rosas con decoración zen de toques rococó con espacios vacíos por los que circula con vibrante gracia un camarero vestido de negro y pretendidamente gay -esto es importante-, serpenteando entre mesas blancas con diseños cool en las que reposan con iridiscencia los bocaditos de foie sobre coulis de frambuesa.

Será uno más entre cientos de paladares tuneados, dándose cuenta en el fondo de su dignidad de que lo que hay en el plato es lapiara con mermelada, mientras sus entusiastas compañeros se susurran cómplices. «Si no lo piensas mucho, está estupendo». Por cierto, Obama, te esperábamos.