IGUALDAD. Carlos Caballero intenta arrebatar el balón a un contrario en el encuentro de ayer en Granada. / ÓSCAR CHAMORRO
Cádiz C.F.

Una noche de locos

El Cádiz pudo perder al principio, debió ganar y a final empató en Granada El penalti y la tarjeta roja a Fleurquin, claves en el mejor momento amarillo

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La noche de los muertos se transformó en la de los locos. La cordura se disolvió entre la lluvia, ni el agua refrescó las ideas de un duelo imprevisible. El Cádiz debió perder al principio, pudo ganar después, y al final empató.

Granadinos y gaditanos se aferraron a la ley de que en el fútbol no hay nada escrito, que está en blanco como el libro de los gustos. Apostaron por el triunfo y se repartieron puntos y méritos. Cada paso era imposible de predecir, cada línea deslegitimaba la anterior y mantenía la incertidumbre. Las sensaciones se contradecían, nadie sabía que pasaría. No había indicios suficiente para arrojarse a la piscina.

Responsables de esta locura son muchos, pero un protagonista destaca con su nombre y apellido. Andrés Fleurquin descolocó al personal. Erró estrepitosamente en el primer gol rojiblanco, se rehizo con un magnífico tanto en la estrategia, y cortó las alas de la euforia con un penalti y una expulsión que mutilaron a los amarillos. Casilla y Jesús aportaron lo suyo con su nerviosismo, pero la sempiterna figura del charrúa ensombreció la remontada amarilla.

Mal inicio

El día arrancaba con un Juanma pachucho, mareado, y es que todo el equipo bajaba del autobús con mal cuerpo y todavía adormilado. Este Cádiz histórico, esta banana mecánica, aún debe corregir esas lagunas de concentración. Es como si el chip se desconectara en momentos puntuales, algo fatal en el deporte. Dicen que el agua despierta la modorra, pero la lluvia constante de Granada no despertaba a este equipo que regalaba el primer golpe. Fallo en el control de Fleurquin, pase en profundidad que desnuda a la defensa amarilla y Óscar Martínez supera por alto a Kiko Casilla.

No es la primera vez que este equipo sólo despierta con un tortazo. Por fortuna, su tremenda calidad le permite afrontar los inconvenientes con soltura, sabedor de que un acelerón es suficiente para ponerse a la altura del adversario. Y así. Algunos dicen que hay que buscarla, otros que es sello de campeón, y es que la suerte se vestía de amarillo y provocaba que un defensa rival rematara hacia su portería un lanzamiento de falta de Carlos Caballero.

Reacción

Sin hacer nada, absolutamente nada. Sin disparar a puerta, el conjunto de Gracia igualaba la contienda en uno de los feudos con más solera del grupo. La fórmula le salía bien, insistiendo con un juego deslabazado, sin coordinación. El cuero quemaba en las botas visitantes, a la par que el Granada no traslucía en ocasiones su manifiesta superioridad.

El descanso aparecía como el agua de noviembre. Tiempo para aclarar las ideas y frenar ese bajón que comenzaba en Puertollano, se acentuaba en Lucena y se confirmaba en la capital de la Alhambra. No más ceder terreno. Ni un paso atrás.

Del vestuario salía otro Cádiz. El que guiado por Enriquinho se mantiene como líder absoluto del panorama nacional. El carioca se marcaba una jugada de fantasía, ridiculizando a dos rivales. Toedtli cabeceaba hacia atrás su centro, y Raúl López, potencia en estado puro, alojaba el esférico en la red con un derechazo desde la frontal del área.

Todo termina. Eso debe ser. Pero a este Cádiz esquizofrénico se le olvidó tomarse la pastilla. La receta la olvidó en Casilla, el que casi nunca falla y el que se comía un gol inexplicable. Nervioso durante todo el duelo, se negaba a salir en un córner y encima se le resbalaba el tibio remate de Lucena.

Los papeles se tornan. Ahora juega bien pero la fortuna le responde con un mal gesto. Queda fuerza. Caballero avisa con un disparo lejano. Y Fleurquin remeda su error inicial con un perfecto testarazo a falta botada por el de Alcorcón, el rey de la pizarra.

Todo termina. ¿Que no! El mismo Fleurquin pasa la mano por encima de Ocaña, lo suficiente para que se tire y el árbitro se desquite de los silbidos de la grada con un penalti riguroso. El mismo gaditano transforma la pena máxima, y todo se pone cuesta arriba.

La lógica apuesta por el asedio del Granada, y por la derrota gaditana. En lo primero acierto. Los rojiblancos, con excelentes extremos y un delantero peligrosísimo, rondan el área de Casilla y meten miedo.

Ay, que por poco no saltan todos los pronósticos. Jugada repetida ante el Lucena, Caballero abre a banda para Fran, centra y Enrique... no, esta vez no conecta el remate. El balón se pasea por el área pequeña y sale rozando el poste. Demasiado premio, no hay que gastar los puntos de la fortuna, mejor mantenerlos intactos para el play offs.

Empate merecido, positivo. Ni la peor versión del Cádiz hinca la rodilla ante los grandes. Pero marca una incipiente tendencia a la baja. Frente al Antequera no vale la victoria pírrica. Es el peaje que tiene que pagar el mejor de la categoría. A cambio, el cariño de una afición que no desfallece. El equipo sale ganando, sin duda.

jaguilera@lavozdigital.es