CALLE PORVERA

Las monedas olvidadas

Cambiamos la peseta por el euro de un día para otro. Hace ya algunos años que ocurrió pero al menos las generaciones jóvenes todavía recuerdan la moneda autóctona, aunque es cierto que a los más pequeños les sonará a chino cuando tengan que enfrentarse a la realidad económica, que esperemos sea mucho mejor que la actual, y le hablen de que existió la peseta. A mí al menos me ocurrió cuando dejaron de utilizarse los billetes de 100 pesetas, pero de lo que realmente quiero hablar es de lo inútiles que son las monedas inferiores a cinco céntimos de euro, que acaban acumuladas en algún rincón de la casa esperando que le demos uso.

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Las pequeñas monedas de uno y dos céntimos parece que ya nacieron sabiendo que su papel no iba a ser ni siquiera secundario. Tienen poco peso real y también en el bolsillo de los europeos porque los precios no paran de subir. Casi todo el mundo las evita, tanto el comprador como el vendedor, redondeando al alza o a la baja porque se necesitan muchas para que adquieran algún valor. De hecho muy poca gente se agacharía a recogerla si se le cae al suelo.

Las máquinas expendedoras podrían haberse convertido en la solución perfecta para que dejaran de incordiar al ciudadano, al que ya le parece que tiene menos valor que una peseta aunque no sea así. El caso es que las máquinas de tabaco o de la O.R.A, por poner dos ejemplos, no admiten estas dichosas monedas, sólo a partir de cinco céntimos.

Otra solución práctica sería utilizarlas para llenar las huchas de los niños porque ni tan siquiera chucherías se pueden comprar ya con uno o dos céntimos de euro. ¿Qué artículo vale ese dinero?.