UNA FÁBULA

¿Y por qué no nos bebemos toda la gasolina?

Imaginen un mundo sin gasolina. Exactamente, ese planeta que dicen desde la Guerra Fría que será una realidad dentro de 10 años. En 10 años se acabó el petróleo, dijeron, decían, han dicho, dicen y dirán. En 10 años.

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¿Por qué esperar? ¿Por qué no tomar las gasolineras, agarrar los surtidores y llenar barriles y barriles hasta el máximo (no vaya a ser que seamos los primeros en quedarnos sin suministro), para luego acarrearlos hasta casa y guardarlos bajo tantas llaves como podamos? ¿Por qué esta incertidumbre? O, siendo un poco más correctos, ¿por qué soportar la incertidumbre? Agostemos los pozos negros de una vez. Cerremos el grifo negro.

Si no, en 10 años vendrá un tipo con gafas de pasta (estarán de moda para entonces de nuevo) y nos dirá, tan circunspecto como el enterrador de una generación, que no habrá petróleo en 10 años. Y los que viven sobre desiertos acunados por bolsas interminables de crudo se reirán de todos nosotros.

Más o menos como se han reído de una buena parte de este planeta negro los pocos que han sacado tajada de la tormenta. En unos pocos meses, el barril (el fetén, no del que hablábamos en el segundo párrafo) ha pasado de costar unos 70 dólares a pagarse a más de 140. El doble. Así de simple y así de duro (o crudo). El precio crecía un 100% y la demanda (es decir, las nuevas necesidades de consumo) apenas un 1,5%.

Obviamente, no era una casualidad, sino una enorme especulación a través de la compra masiva de contratos a futuros (una fórmula bursátil que te permite adquirir una materia prima con el compromiso de pasar el cazo tiempo después). Tanta gente se lanzó a por el petróleo a 12 meses que se creó una demanda ficticia y se duplicó el precio. Transcurridos los 12 meses correspondientes, todos estos señores han recogido su parte y volvemos a los niveles normales. El petróleo no se estaba acabando. Ni se acaba. A no ser que nos bebamos toda la gasolina. Total, si ya está más barata que el agua mineral.