EN EL AIRE. Una bailarina de danza aérea de la compañía Voila en la Plaza de la Catedral. / M. G.
ANÁLISIS

En FIT...

Cambios y novedades. Pérdidas y reencuentros. Estrenos, vanguardias, y como siempre viejas usanzas. Así, el FIT en su XXIII edición, se despide hasta la próxima apertura de telón.

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Como cada año la ciudad se vistió de multicolor y multiculturalidad en calles y escenarios para abrigar a las distintas compañías que han conformado el variado e intenso programa que concluye. Con la ilusión de siempre, todos los que estamos de alguna u otra manera involucrados en este festejo, reconocemos la importancia que tiene para la ciudad y para quienes nos visitan la celebración de esta cita con las artes escénicas. Entrega, emoción, y profesionalidad flotan en el ambiente de cada actividad y de cada minuto que vivimos esta fiesta teatral.

Se ha echado de menos la que fuese epicentro de anteriores festivales, alma mater de proyectos y cuna de amistades más allá del tiempo y la distancia: la Residencia Tiempo Libre. Espacio ya anclado en la memoria de quienes lo vivimos, lo compartimos y lo disfrutamos. Pero como ya vaticinábamos algunos, el espíritu del FIT se mantuvo más que saludable pese a su nueva ubicación.

Con foros, debates, espacios para la reflexión y la experimentación el FIT se hace quizás más necesario que nunca, pues no podemos abstraernos a la realidad política, social, cultural y económica que nos está tocando vivir. El arte de otras latitudes es un aliciente y un acicate para quienes estamos unidos al acto de la creación artística, es también un espejo de nuestra propia realidad y un importante reflejo de otras culturas, que a veces se nos muestran más cercanas en cuanto a su problemática de lo que podemos imaginar.

Para la cultura, los tiempos que corren y los que se avecinan, no puede ser un mal momento, por el contrario, la adversidad puede ser un idóneo caldo de cultivo para la creación. De hecho, queda patente la excelente calidad de algunas compañías de América Latina, que sin casi recursos y medios, han logrado espectaculares e impresionantes propuestas llenas de vida pese a sus economías salpicadas de corrupción y tercermundistas.

Desde luego, en ninguno de los casos asistimos a propuestas vacías o superficiales, quizás desatinadas o mal encaminadas, sí; pero siempre comprometidas, o en el terreno a veces yermo de la búsqueda.

Sin duda alguna lo más significativo este año fueron las propuestas producto de las realidades y conflictos familiares e individuales del ser humano; creo que ésta ha sido una de las conclusiones que nos ha arrojado este FIT: que el núcleo de la sociedad está cambiando y preocupa a los creadores de hoy en día. Nunca faltarán las vueltas, lecturas y revisiones a los clásicos, pero en definitiva, las apuestas más actuales e interesantes, han salido de montajes más personales dispuestos a indagar en la psique humana, sin olvidar su origen y vinculación sociopolítica.

A diferencia de otros años, el registro o baremo en el que se ubica la calidad de los espectáculos se ha abierto muchísimo más, y hemos podido ver algunas propuestas fallidas por completo, y otras francamente geniales sin exageración. Me atrevo a afirmar que en otras ediciones, la calidad era muchísimo más equilibrada, pero esto no sorprende dados los tiempos convulsos que estamos padeciendo, y dada la apertura del mismo festival al ofrecerse como escaparate de nuevas creaciones, cosa que hay que valorar muy positivamente.

Nuestro FIT es un referente en Iberoamérica que quizás aún está poco valorado por la propia ciudad. Faltan más espectadores locales en las salas, y quizás una proyección mucho mayor a las ciudades colindantes. Estoy convencido de que cada año el FIT es un milagro que se gesta casi al siguiente día de haber concluido el anterior. Pero administraciones y patrocinadores, gestores y demás entidades relacionadas, deberían apoyar más y mejor la difusión del festival año tras año. Si se ha conseguido lo que ya hay y que es bueno, seguro es posible lograr mejores infraestructuras y dotaciones para las salas, para la publicidad, para la programación y más.

Es de suma importancia para nuestra ciudad contar con este referente, pues Cádiz, ha sido siempre vértice de corrientes que la definen como lo que es. Hay que continuar escribiendo la historia de la ciudad desde la Cultura, no son suficientes sus ancestrales 3000 años de historia ni sus bicentenarios, ni su ferviente amor por el folclore carnavalesco. La historia se escribe, no se recuerda. La cultura es a la vez, motor y termómetro de nuestra salud como sociedad.