ESPECTÁCULO. Una invitada recibe una 'sorpresa' familiar en directo durante un conocido 'talk show' vespertino. / LA VOZ
TELEVISIÓN Y RADIO

La cocina de los testimonios

Los programas recurren a falsas promesas y contratos «leoninos» para reclutar a personas dispuestas a contar su vida

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Seguramente todos habremos visto alguna vez un talk show sensacionalista. Espacios como El diario o No es programa para viejos -los dos en Antena 3- responden a su definición: emisiones televisivas en las que los protagonistas son personas normales entrevistadas con el fin de que relaten a cámara experiencias personales. Los temas suelen versar sobre problemas sociales, familiares o, en muchas ocasiones, sexuales, que alimentan el morbo de los teleespectadores por los sentimientos y la vida privada ajena.

¿Cómo consiguen los testimonios? Muchas veces este tipo de espacios contactan con personas predispuestas a través del correo electrónico o llamadas de teléfono. Pero incluso llegan a presentarse en domicilios particulares o puestos de trabajo para hablar con alguien que sus ojeadores han considerado interesante. Les aseguran que el objetivo es debatir sobre temas genéricos como drogadicción, acoso escolar e incluso poesía. El fin es persuadirles para que acudan a la sede de la cadena y ya allí se les informa de que la charla social o cultural se ha convertido en atrevidas confesiones sobre su vida íntima.

Engaños

La periodista Mariola Cubells describió en su libro del año 2003 ¿Mírame, tonto! Las mentiras impunes de la tele los mecanismos de persuasión para atraer personas y mantener la audiencia. La reportera, que había trabajado para la televisión autonómica valenciana Canal 9, reconoció haber engañado a personas atrayéndolas a un programa de testimonios para solucionar sus problemas sabiendo que, seguramente, estos iban a empeorar. Supuestos programas de debate que, según la periodista, se acaban convirtiendo en burdas tergiversaciones. «Somos una fábrica de espectacularización de los sentimientos», manifestó Cubells.

Rafael Robles, profesor castellano-manchego que actualmente trabaja en la República Checa, recibió a mediados de agosto un correo electrónico de parte de una redactora de un conocido talk show nocturno donde chicos ventilan comentarios sobre el sexo o las drogas y se muestra su estilo de vida. El programa quería que el profesor interviniera en un debate sobre «embarazos no deseados en adolescentes» y «acoso escolar». Como le sonara bien, aceptó la invitación y acudió al plató. Nada más entrar le sometieron a un cuestionario con preguntas del calibre de «¿hablas de sexo con tus padres?» o «¿hay algún tema del que te avergüence hablar?»

Robles se negó a contestar a tales cuestiones. Entonces le dieron un contrato donde en siete puntos se establecían las obligaciones del invitado con la productora responsable del evento, entre ellas eximirla de cualquier reclamación por su conducta en el espectáculo, ceder todos sus derechos de imagen gratis para usos posteriores y guardar estricta confidencialidad a cambio de nada. Ante estas condiciones «leoninas» el profesor Robles optó por abandonar el estudio y renunciar a su casting. «Ni siquiera se dignaron a pagarme el desplazamiento», lamenta.