CRÍTICA DE TV

Crisis

Tengo verdadero interés por ver cómo afronta mañana Informe Semanal la noticia de esa cumbre financiera internacional que ha dejado fuera a España. Mi interés no obedece a la acreditada clarividencia de Informe Semanal en cuestiones económicas, clarividencia que le ha llevado a sintonizar siempre con las directrices gubernamentales de todos los tiempos, sino a un necesario contraste con el reportaje que el mismo programa dedicaba el sábado pasado a la crisis financiera. ¿No lo vio usted? Pues se perdió algo portentoso, oiga.

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Informe Semanal penetró en las doradas grutas del poder financiero y requirió opinión a los Grandes de nuestra banca: Botín, González, Blesa, Fainé, etc. Todos ellos, con esa unanimidad que nace de las convicciones fuertes, sostuvieron que las finanzas españolas no corrían riesgo con la tempestad. Y en un paso más allá, el señor Botín proclamaba que la iniciativa del presidente del Gobierno, Zapatero, estaba siendo decisiva en la coordinación mundial frente la crisis. Bien: he aquí que el mundo se coordina, y va y pasa de España. La primera cadena pública viene repitiendo con insistencia desde hace semanas un mensaje monocorde: en el mundo hay crisis, pero Zapatero tiene la solución y el mundo escucha a Zapatero. Es el mensaje que el Gobierno quiere transmitir. Pero ahora vemos que eso no es verdad, porque el mundo no tiene ningún interés en escuchar específicamente a Zapatero.

Por consiguiente, si Informe Semanal fuera un programa neutral, guiado por criterios esencialmente informativos, este próximo sábado debería obsequiarnos con un reportaje que nos explique por qué, pese al mensaje del Gobierno, de TVE y de Botín, a nadie le interesa lo que pueda decir nuestro presidente. Aguardo con ansiedad ese reportaje, y espero que TVE no se limite a decir que la culpa la tienen Bush, ese señor tan malo, y Sarkozy, el gabacho traidor. Si ese reportaje no se emite, no tendremos más remedio que pensar que TVE está haciendo lo que ha hecho siempre: ser altavoz del que manda. Y de entre las numerosas formas posibles de ser la voz de su amo, la vigente es de las menos presentables.