Cultura

'Voilá' abarrota la Catedral con metáforas en el aire

Los argentinos de la Compañía de Espectáculos Aéreos asombran a un enorme público con mucho más que acrobacias

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El espectador estaba sobre aviso y llegaba a la Plaza de la Catedral, en la muy familiar mañana de domingo, mirando al cielo, buscando el espectáculo en las alturas. Pero la primera sorpresa estaba abajo, pegada al terreno. La explanada frente al primer templo gaditano estaba tan atestada que, de repente, adquiría el aspecto de un concierto de rock. Con su mar de cabezas, su escenario en uno de los laterales y la escalinata con forma de grada, toda poblada de un público que superaba ampliamente el millar de personas espontáneamente reunidas.

El montaje que los atraía confirmó pronto que merecía tanta atención. Todo el que pasaba por la plaza quedaba hipnotizado por la propuesta de Compañía de Espectáculos Aéreos.

El grupo argentino interpretó Voilá, una metáfora dividida en seis escenas que utiliza asombrosas figuras en el aire (los actores están sujetos de telas, arneses o cuerdas que penden de una enorme grúa).

El montaje -que a veces parecía sostener a los intérpretes como a marionetas que pendían de su cruceta y a veces se convertían en poleas que hacía subir a unos mientras bajaban otros- era mucho más que estética, danza, acrobacias y figuras aéreas.

Imponente apoyo musical

La cantante Cintia Bertolino, con una voz acuosa, el guitarra eléctrica Franco Bongionni y, como no, el bandoneón de María Florencia Amengual, aportaban una atmósfera mágica con música en directo que atrapaba a todo el que tuvo la suerte de pasar ayer por la Plaza de la Catedral entre la una y las dos de la tarde. Las metáforas propuestas por los argentinos no podían ser más actuales y asumibles. Un grupo de ejecutivos atribulados y tensos por sus obligaciones laborales pierde un tren y los papeles. Su absurda prisa, su egoísta responsabilidad equivocada sólo encuentra remedio gracias a la inspiración de unas musas, unas émulas de Mary Poppins que llovieron sobre los espectadores. La sátira sobre el estrés de los ejecutivos y su estúpido afán comercial no puede ser más vigente en estos días.