TRIBUNA

Contra el hambre de pan y de abrazos

El hambre es hoy el principal problema del Mundo. La Cumbre de Roma, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) trató de hacer frente a este problema, pero según los resultados, fue y es un fracaso. No se abordó en profundidad el sistema alimentario mundial, que favorece la especulación, y beneficia solo a las grandes corporaciones. Los intereses de los países ricos no permitieron dar pasos hacia soluciones reales para acabar con el hambre en el Mundo.

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La declaración final quedó solo en buenas intenciones, con compromisos mínimos y ambiguos en muchos de los casos: ¿luchar por todos los medios para erradicar el hambre?, ¿invertir en el sector agrícola?, ¿buscar un comercio más justo?, pero sin ofrecer los medios para lograrlo. Los escasos y desdeñosos objetivos marcados en los acuerdos del Milenio, más allá de cumplirse, ofrecen hoy, unos parámetros más deplorables que cuando se firmaron.

Decía Monseñor Oscar Romero: «Las reivindicaciones sociales y políticas tienen que ser no de hombres y mujeres aislados, sino de un pueblo que clama unido por sus justos derechos». Por otro lado, todos sabemos que el futuro depende de la huella que cada persona y cada pueblo deja en el presente.

Creo que en los momentos que corren, no solo hay que luchar por un mundo mejor y solidarizarse con los que sufren, sino también, se debe tener la obligación de denunciar cualquier situación de injusticia, si pretendemos un buen legado para nuestros descendientes.

Tomar la voz de los sin voz, es el mejor acto de solidaridad y amor que le debemos. Dicen, que quien calla otorga, por tanto, nuestro silencio es cómplice, a veces, del mal. Cuando nos callamos ante situaciones de injusticias, nos alineamos con las intenciones perversas, y se está permitiendo que esta se instale.

Como callar, ante los escandalosos acontecimientos que se están produciendo en esta crisis, de los que algunos sacaran, como siempre, suculentos beneficios, pero donde los empobrecidos, como siempre, pondrán los muertos.

En estos momentos, donde hay que discernir entre el alineante silencio, ó, el subversivo y apetecido grito, en principio, se debe escoger la pacifica palabra. Una palabra, siempre amenazada por los intereses de los sedientos de poder político y económico.

Se ha confirmado una hambruna bíblica para los ninguneados de la Tierra. Y, sin embargo, los protagonistas de esta película mundial, nos quejamos de las ruinas de digestión, que diariamente nos provocan, los datos económicos ofrecidos por los informativos sobre los menguantes ahorros en bolsa, o planes de pensión. Por el contrario, los desheredados del banquete occidental, ni siquiera tendrán derecho a enterarse de su triste destino.

Es amargo, tener que aseverar el dicho de Jean Ziegles: «El orden mundial es asesino, puesto que hoy el hambre ya no es una fatalidad». Se continua aplazando fraternales compromisos y abandonando a su fatal suerte a la mayoría olvidada del Planeta, en cambio, se actúa urgentemente invirtiendo asombrosas cantidades de dinero (¿economía de libre mercado?), para satisfacer la voracidad insolidaria y despilfarradora de la maquinaria financiera mundial. Dinero para especular, pero no para comer.

Que duda cabe, que se ha perdido el Norte de humanidad que debe comandar nuestras relaciones de convivencia, dejando paso, a un absolutismo de mercado que no deja de tener tintes de macrodictadura económica.

Los amos de esta democracia formal y de baja intensidad a la que asistimos, deciden autosuficientemente, la bandera ante la cual debemos alinearnos, la que representa 700.000 causas de muerte, a la que se deben sumar 30.000 vergüenzas más, por lo que nos toca, frente a la bandera de la igualdad y la solidaridad que persigue la verdadera y originaria democracia.

El poder debe ser entendido como un servicio, pero no como un servicio a los poderosos, sino a los más débiles, a los más desprotegidos. Nuestra buena conciencia se reblandece en forma de lágrimas, cuando así nos lo muestra, las épicas hollywodenses. Estamos asistiendo al mayor robo de guante blanco que se ha producido en la historia, pero en esta ficción real, no para beneficio de los necesitados. Los clubes económicos y políticos de alta sociedad lo han realizado para saciar sus egoístas prioridades, por encima de las urgentes, que demandan los empobrecidos y hambrientos del Planeta. Por mucho que los alineados medios de comunicación quieran travestirlo, maquillarlo u ocultarlo, el tiempo, que es madre de la verdad, lo recogerá como el gran Golpe de Estado económico del siglo XXI.

Es muy fuerte, muy significativo, todo lo que está ocurriendo. Con toda seguridad, que los espeluznantes acontecimientos que se están viviendo, responden más a un cambio de época que a una época de cambios. En este crucial punto de inflexión para la humanidad, se está jugando una deriva hacia una sociedad de valores, donde nos acerquemos al sueño del Creador; una sociedad más justa, más igualitaria, más fraterna, ó por el contrario, se tome la ruta que marcan los enfermos o ciegos de lucro. La suerte aún no está echada, pero el rumbo, de momento, no es el adecuado. Para mal de muchos.