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Coordinación inexcusable

La tormenta que se formó en la jornada del viernes sobre las Bolsas de valores de la inmensa mayoría de los países industrializados y emergentes derribando los índices a niveles desconocidos desde las grandes crisis del 29 y de 1987, amenaza con reactivarse el lunes si los líderes mundiales, que trabajan el fin de semana a contrarreloj en el G-7, la cumbre de la Eurozona en París y el G-20, no logran dar con el mensaje y las medidas que frenen la desconfianza que asola los mercados. Los precedentes no son muy alentadores porque hasta ahora los diferentes planes de ayuda al sistema financiero emprendidos por varios países no han conseguido tranquilizar a los inversores ni ahuyentar el fantasma del enfriamiento económico y el temor a una recesión severa y duradera.

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Las compras de deuda a las empresas o la inyección de dinero público en el capital de las entidades más amenazadas, se ha ido descontando con enorme celeridad en Bolsa mientras el mercado asiste escéptico a la cascada de declaraciones de entidades internaciones y dirigentes mundiales anunciando la activación de todos los instrumentos posibles para hacer frente a la crisis. Pero la unidad de acción global no acaba de llegar en tanto que cada vez aparecen más partidarios de que cada país siga sus propias recetas. Alemania se ha convertido en el abanderado de recomendar coordinación y medidas unitarias para ensayar, acto seguido, sus propias fórmulas de reactivar el colapso financiero. La cumbre de urgencia que reúne hoy en París a los Quince parece, no obstante, el reflejo de una determinación europea de afrontar conjuntamente medidas excepcionales y de que a la unidad de acción monetaria acompañe la unidad política que refuerce los mecanismos de decisión y cooperación que una coyuntura excepcional exige poner en marcha.

Las nacionalizaciones parciales de la banca, capitalizando las entidades y garantizando los préstamos se perfila como la fórmula que concita más apoyos como remedio para garantizar los préstamos a los consumidores. Pero los gobiernos de todo el mundo deberían adoptar las medidas correctas en el plazo más breve de tiempo para evitar que un nuevo derrumbe del mercado de valores consolide la parálisis crediticia y convierta la inevitable recesión en una profunda depresión.