LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO el frente afgano

Petraeus, el nuevo rey David

A su llegada a Irak en 2003 al mando de la 101 División Aerotransportada, el general David Howell Petraeus, doctor por la Universidad de Princeton con una tesis sobre las lecciones de Vietnam, no pareció arrugarse ante un país envuelto en el caos y la muerte. Entendió que se le ofrecía la oportunidad de aplicar en Mosul todo lo que había aprendido sobre guerra irregular. Su fuente de inspiración era el libro del teniente coronel francés David Galula, quien, después de pasar diez años estudiando las tácticas subversivas empleadas en China, Grecia e Indochina, fue destinado a la Argelia colonial. Allí puso en marcha novedosas fórmulas, que consignaría en un tratado genial: 'Contrainsurgencia, teoría y práctica'. La nueva doctrina sobre contrainsurgencia norteamericana, publicada en diciembre de 2006, está basada en esa obra casi en su totalidad.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando en junio de 2004 Petraeus pasó a hacerse cargo del Mando Multinacional de Irak, pudo poner en práctica todas las indicaciones de Galula, debidamente adaptadas, con resultados notorios. En el prefacio a la reciente edición francesa del libro de Galula, el general Petraeus recuerda que hasta fechas muy recientes la intervención militar en un país extranjero se debatía entre la aniquilación de la insurgencia y el abandono precipitado de dicho territorio. Con Galula, este general de 55 años entendió que nada puede hacerse sin el incondicional apoyo de la gran mayoría de la población, que respalde a un gobierno propio al que hay que conseguir que reconozca como legal y honrado.

Pero ahora al militar procedente de West Point, hijo de un inmigrante holandés, se le plantea un reto casi imposible, del que podría salir como gran generalísimo del siglo XXI y posible candidato a la Casa Blanca o, por el contrario, obligado a admitir que sus triunfos en Irak han sido un espejismo, consecuencia de un conjunto de circunstancias irrepetibles. Afganistán, resistente a invasiones desde tiempos de Alejandro Magno, parece mofarse ante tal incógnita, guarecida en medio de un intrincado laberinto de pobreza, incultura y fanatismo religioso. Son demasiados los afganos que miran a Petraeus con renovadas ansias por expulsar de su territorio al nuevo invasor. Con la altivez de quienes todavía no han olvidado que hace 166 años acabaron con 12.000 británicos y que mucho tiempo después humillaron a 300.000 soviéticos.

El escenario afgano invita al todo o nada. Cuando el 31 de octubre Petraeus asuma la responsabilidad del Mando Central de EE UU, con sede en Stuttgart, el mundo afgano en el que operará afrontará una creciente ofensiva guerrillera, con el terrorismo operando desde la permeable y protectora frontera paquistaní y con los talibanes fustigando a las escasas tropas internacionales. Una de las claves de Petraeus será reducir las operaciones militares e incrementar las acciones políticas y económicas. De este modo, podrá ganarse los corazones y las mentes del pueblo afgano. Así lo hizo en Irak, donde invirtió más de 11.000 millones de dólares (más de 8.000 millones de euros), creó un contingente de 100.000 miembros de las fuerzas de seguridad, resucitó el inicialmente desmantelado Ejército e impulsó innumerables proyectos de reconstrucción. Todo para que sean los propios afganos los que se hagan cargo de su seguridad, descargando paulatinamente de esta pesada tarea a las fuerzas multinacionales.

Pero para ello debe lograr una mejora palpable de la calidad de vida de la población y satisfacer sus necesidades. Problema complejo, pues para la mayoría de los afganos, la democracia, el liberalismo o los derechos humanos no es que sean palabras sin significado, es que ni siquiera existen en su universo cultural. Lo que exige de plazos de asimilación prolongados, de invertir en un sistema educativo que rivalice con la tradición de las madrassas. Una tarea difícil en el Kabul considerado por muchos observadores como un nido de corrupción política.

Petraeus no ignora que, incluso al lado de Irak, Afganistán es todavía más indómita. Hasta ahora el general ha operado entre una población mayoritariamente educada, con ciertos visos de modernidad, que había conocido un Estado sólido, que mantiene sentimientos de nación y petróleo manando más que el agua del Tigris y el Éufrates. En adelante se enfrentará a las vicisitudes de un pueblo, el afgano, que vive mayoritariamente como en la Edad Media con una esperanza de vida de 47 años, con mayor fidelidad al clan y a la tribu que a una nación que no reconocen, y con fronteras internacionales que ni tan siquiera imaginan. De los cincuenta millones de pastunes, quince viven del lado afgano y el resto en Pakistán.

Tarea titánica

La tarea se presenta titánica. El apoyo inicial con que contará el general serán unas deficientes fuerzas militares afganas que apenas llegan a los 65.000 soldados. Si quiere repetir el éxito de Irak, Petraeus deberá duplicarlas; pero su coste estimado es de 2.500 millones de dólares anuales, lo que significa tres veces el presupuesto afgano de 2008. La gran cuestión es quién puede estar dispuesto a sufragarlo, sobre todo ante la crisis mundial. Mientras en Irak la coalición llegó a disponer de 146.000 soldados, en tierras afganas no llegan a la tercera parte. Y eso para un territorio un 50% más extenso y más abrupto e inhóspito. Afganistán cuenta con una población similar a la de Irak, unos 27 millones de habitantes, pero más dispersa y fraccionada. Por no mencionar las casi inexistentes vías de comunicación.

A pesar de todo, el momento parece propicio. Son también muchos los afganos que empiezan a estar cansados de tanta violencia. Y las elecciones de 2009 asoman como el escenario ideal para dar cabida política a aquellos grupos rebeldes que deseen acceder de forma relativamente democrática al poder. Pero el problema puede surgir de la Alianza Norte, temerosa de perder su posición de privilegio en el Gobierno, logrado a cambio de su apoyo a EE UU en 2001. Nada hace pensar que la situación vaya a mejorar simplemente porque el generalísimo Petraeus sea el nuevo ángel guardián de Afganistán. Pero seguro que si alguien está capacitado para hacerlo, ése es el ' rey David' del siglo XXI, como muchos iraquíes le conocen ya.





Pedro Baños Bajo es teniente coronel, profesor de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas.