SOLEDAD MADRE DEL CADÁVER DE UN FETO DESAPARECIDO EN EL DEPÓSITO

«Ya he perdido la esperanza de encontrar el cuerpo de mi hijo»

«No estamos hablando de un documento traspapelado, no han perdido un informe», asegura la mujer

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Los últimos acontecimientos le han obligado a revivir el trauma que supone para una madre perder a un hijo. Soledad no consigue despertar de la pesadilla. El cuerpo de su hijo, que nació muerto, parece haber desaparecido del antiguo depósito judicial. «No he llegado a ver al niño», se lamenta la joven, que reside en Vélez-Málaga. Vive pegada al teléfono, esperando una noticia. «Estoy deseando que suene y que me digan que han encontrado el cuerpo, que termine todo cuanto antes». Pero de momento no hay respuesta. Al parecer, el cadáver de su hijo no se halla en la cámara frigorífica donde fue depositado tras la autopsia. Descubrió que algo iba mal el miércoles de la semana pasada, cuando la citaron para la incineración del cuerpo, que se iba a realizar al día siguiente. «Pero me llamaron para decirme que no podía ser, que había problemas y no sé qué embustes más. El viernes, mi abogada telefoneó al tanatorio y le dijeron que el cuerpo no estaba allí». La mujer acudió al Juzgado de Instrucción número 2 de Vélez y formuló una denuncia. El juez reaccionó inmediatamente y ordenó a la policía que investigue el caso para tratar de localizar el feto. Los agentes de la comisaría veleña ya han tomado cartas en el asunto.

¿Qué han hecho con él?

Pero ella ya no confía en que consigan encontrar el cuerpo. «No sé lo que han hecho con él, no sé donde está, y tengo la esperanza completamente perdida», confiesa Soledad. El tono de su voz, a ratos quebrado por el dolor, se vuelve más duro y ahora refleja indignación. «Lo que tengo claro es que quien lo haya hecho tiene que pagarlo. Comprendo que en los trabajos hay errores, pero hay equivocaciones que no se pueden permitir. No estamos hablando de un documento traspapelado, no han perdido un informe. Es un cuerpo, por Dios», asevera.

Todo comenzó en julio de 2007. Soledad, que estaba embarazada de nueve meses, fue al hospital porque notó que el bebé que esperaba se movía muy poco, «muy lentamente, no como siempre», recuerda ella. «Vieron que el niño -continúa- tenía los registros vitales bajos. El médico me invitó a pasar a su despacho y me dijo que me iba a quedar ingresada». Le indicó que al día siguiente, por la mañana, le inducirían el parto. «Pasé la noche muy asustada, porque, sin máquinas ni nada, yo sabía que algo no iba bien. Noté su última patada a las cinco de la madrugada. Cuando me subieron a las ocho de la mañana, su corazón ya no latía y vi que había muerto. Ahí empezó todo... », rememora.

El feto pesó 3.630 gramos. Soledad, que estaba de 39 semanas. Por eso, decidió denunciar la actuación médica. «No sabía por qué había fallecido mi hijo, y aún hoy no lo sé, así que en aquel momento paré la incineración, pedí que se le hiciera una autopsia y denuncié al médico».

Intenta superar poco a poco la pérdida, apoyada en su familia. Sus hermanos y sus cuñadas han sido un pilar fundamental para sobreponerse a los sucesivos varapalos que ha sufrido. «He tenido altos y bajos. Es muy duro cruzarte con muchachas que estaban embarazadas en la misma época que yo, y que van con sus hijos de la mano. O cuando vas al trabajo y ves a niños de su tiempo, con la misma edad que ahora tendría él, y piensas por qué el mío no. Hay días mejores y días peores, y momentos en los que me acuerdo mucho de él. Tengo grabados los latidos de su corazón».