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Revisión obligada

La decisión del Comité Olímpico Internacional de someter a nuevos análisis todas las muestras tomadas a los deportistas durante los Juegos de Pekín, ante la sospecha de que algunas sustancias prohibidas hayan podido superar los controles, demuestra una firme determinación de extender la lucha contra las prácticas irregulares más allá de los acontecimientos deportivos. La batalla contra el 'doping', que se renueva permanentemente con nuevas sustancias y métodos para poder camuflarse, se desarrolla cada vez en términos más ajustados, hasta el punto de que puede darse por concluida la etapa en que los medallistas quedaban libres de toda sospecha tras dar negativo en los controles de orina. La detección en un prestigioso laboratorio suizo de sustancias dopantes como la CERA -EPO de última generación- en la sangre de los ganadores de varias etapas del Tour de Francia Leonardo Piepoli y Stefan Schumacher, dos meses después de finalizada la prueba, había colocado bajo sospecha los escasos seis positivos detectados en 5.000 controles realizados en Pekín.

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Frente a los riesgos de la CERA o las opacas autotransfusiones, los responsables deportivos no tienen otra vía que conservar las muestras extraídas a la espera de que la ciencia se dote de instrumentos perfeccionados para su detección. El grave problema del dopaje afecta no solo a los deportistas, sino a su entorno de médicos, entrenadores, técnicos y directores de competición, contaminando un fenómeno social como el deporte que cada vez ejerce una mayor influencia en todas las esferas del mundo globalizado. Por ello, la imprescindible defensa del juego limpio y del deporte saludable exige una acertada combinación de las políticas preventivas, exhaustivos controles y las medidas represivas tanto contra aquellos que se dopan, como contra quienes favorecen las irregularidades y contra quienes se lucran en muchos casos impunemente.