CLASE. Toedtli volvió a demostrar la calidad que atesora con un nuevo tanto. / A. V.
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Este Cádiz vale una mina

Caballero lidera un trabajado triunfo en Linares que supone el liderato El equipo amarillo arrolla en la primera mitad pero sufre tras el descanso

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Muele, machaca, tritura. Este Cádiz es una apisonadora que va allanando un sendero plagado de piedras. Inmediatamente, el camino queda reducido a polvo y, aunque la llovizna traiga el lodo y embarre las ruedas, ya es difícil que la máquina frene su avance. Se ha encaramado al pico de la montaña, ha escalado el puerto y sabe a qué huelen las nubes. El estandarte de Hércules se otea en lo más alto, queda mantenerse, lo más difícil.

Nueva jornada de trabajo. El equipo amarillo enciende la luz y extrae oro de la minera Linares con dos severos y prontos picotazos. Pim, pam, pum. Con un ritmo acompasado, sin pausa, mecánicamente. El conjunto de Javi Gracia no especula en su inicio. Tiene la fiebre, está enfermo y sólo los tres puntos pueden calmarlo durante la semana. Para hacerse con la receta luce su mejor fútbol en los momentos de lucidez, y sufre cuando las circunstancias obligan y el enemigo responde enfurecido.

En tierra jienense aplica brillantez en acciones puntuales y se ata los machos si el miedo agarrota las piernas. El jefe da la orden de comenzar y los cadistas sólo miran hacia adelante. El terreno es poco propicio.Árido, pelado, hollado por los topos y con porciones más propias de un campo de golf que de fútbol.

Caballero no se atiene a excusas de perdedores. Tampoco el pájaro, ni Enrique, Apoyados por el empuje de los dos mejores obreros, Fleurquin y Ormazabal, inician la extracción. Los primeros agujeros llegan por el flanco derecho, y el primer petardazo lo da Toedtli con una chilena que no derrumba la resistencia linarense. Las fuerzas no flaquean. Será el siguiente.

Otro de los peones, Raúl López, despista con una gran internada por la zurda y conecta un preciso centro. Caballero ya tiene su regalo de cumpleaños, y desata el lazo empujando con clase el cuero a las mallas. Es el primer boquete. Acto seguido, Ormazábal aprovecha la debilidad de un Linares tocado, pero su misil lo salva el larguero. Enrique emula a Zalazar con una volea desde la frontal que astilla la madera.

El asedio es total. La superioridad, insultante. El de Azuaga lo ratifica con otra acción desbordante y una nueva asistencia (sexta del año) que remacha Toedtli con una certera volea. Con el pájaro ya no hay disparos al muñeco, ni al poste, si se va fuera por poco. Casualmente, ya no hay mala suerte.

Mejor, imposible

El botín es excelente. Tres puntos al saco en media peonada. Sólo los despistes podrían impedir que las pepitas de oro viajen a la Tacita de plata. Es más, el desfalco puede ser aún mayor.

Pero estos excelentes currantes sufren de un síndrome de difícil curación, que atenaza los gemelos aunque aviva el sentimiento proteccionista y enciende la alarma: el síndrome Conquense. El Linares pega el zarpazo en los primeros segundos tras el descanso, y despierta antiguos miedos. Otra vez a balón parado, pero favorecidos por un barullo inesperado.

El tanto de Fede da alas a los jienenses y los amarillos son incapaces de cortarlas. Los moribundos locales planean ahora sobre los dominios de Casilla, amenazantes, y corre el riesgo de que se repita la funesta historia de hace dos semanas.

Giro inesperado

Los papeles se trocan, los titanes del principio ya no se reconocen. La pesadez del terreno y el bochorno influyen, si bien la principal razón es de corte psicológico. Los azules aprietan, los amarillos reculan y el gris empaña las actuaciones de varios cadistas.

El Cádiz aguanta pero no contiene del todo, pierde la bola con facilidad y sufre para mantener lo ganado con tanto esfuerzo. Merodean sus tierras, aunque sin mucha pegada, mientras que no logra armar una buena acción de contraataque.

Los minutos pasan y pesan. Fleurquin divisa una nueva amarilla que le descarta para el duelo de Ceuta. El Linares no afloja. Pero ese síndrome ha permitido que las defensas amarillas reconozcan los peligros y luchen con denodadas fuerzas en pos del triunfo. Hay que seguir.

La impotencia local hace el resto. Jose Manuel ve como Fleurquin le arrebata el esférico y lanza la pierna, de forma infantil e innecesaria. El uruguayo, pero viejo, hace el resto. Y le enseña el muslo para que el colegiado le muestre la roja.

La resistencia pierde un pilar básico. Es cuestión de tiempo que acabe derrumbándose. Rubiato, nuevo refuerzo, intenta la destrucción total desde lejos pero yerra el tiro. En el segundo intento, cede para que el hijo pródigo, el genio de Alcorcón, liquide la esperanza azulilla. Caballero ya lo tiene en su mano.

Primero con el frac y luego con el mono de trabajo, los amarillos alcanzan el liderato. Ser líder es una anécdota, poner tierra de por medio con el quinto (cinco puntos) no lo es tanto. Y un colchón mullido es perfecto para descansar de todo el ajetreo, que no para dormir ni relajarse. Mejor o peor, pero el resultado siempre es el mismo. Los tres puntos de oro, a la saca.