Idílico recibe los cuidados de Juan Orihuela, el mayoral de la finca de El Grullo, en Vejer. / B. C.
LA FIESTA EN CIFRAS

Indultados

Idílico, el toro de Núñez del Cuvillo que se ganó la vida en la despedida de José Tomás en Barcelona se recupera en Vejer como uno de los 15 morlacos que se han librado de la muerte

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Su destino era la muerte. Abandonó las dehesas de Vejer para vender cara su vida en el albero de la Monumental de Barcelona, a 1.213 kilómetros de El Grullo, su casa. Corría el 21 de septiembre de 2008, festividad de la Merced. Su adversario, un tal José Tomás, despedía la temporada en su plaza talismán. Salió en quinto lugar, armado con 550 kilos, dos pitones bien puestos y el número 120 grabado a fuego en sus lomos. Colorado, carifosco, acapachado, de ancho y corto cuello embistió con brío y armonía por la diestra del de Galapagar. Toro y torero se hicieron uno. «¿Indulto, indulto...¿». 18.000 almas pidieron clemencia. ¿A Barrabás, a Barrabás¿ El ganadero Joaquín Núñez del Cuvillo otorgó el sí quiero. También José Tomás. El presidente del festejo, Benjamín Blanco, levantó su pulgar. Pañuelo naranja. Domingo de resurrección. Larga vida a Idílico.

Es uno de los elegidos de la Fiesta. Uno de los quince toros que este año, con mayor o menor polémica, han logrado salvar la vida por su exhibición de nobleza, trapío y bravura. Todos, salvo Idílico y Desgarbado (Dax), en plazas de segunda y tercera. ¿Pero cuánto hay de verdad en un indulto? Dejemos el debate para más adelante. «Una cosa está clara. El toro bravo es el único animal de sus características que tiene una oportunidad de vivir. Es pequeña, de acuerdo, pero existe», explica Eduardo Miura, presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, colectivo que agrupa al 90% de las ganaderías.

E Idílico supo aprovechar la suya. Tras una larga lidia empañada con un aviso de la presidencia, regresó a chiqueros guiado por la templanza de José Tomás. Exhausto, retornó a la vida. Allí le esperaba el equipo del veterinario Alfredo Sáenz. Le quitaron las banderillas, la divisa y empezaron a limpiar las heridas con «bien de agua y jabón para desinfectarlas». Antibióticos y analgésicos completaron la cura. «Estaba bastante tranquilo. No dio mucho trabajo aun a pesar de que uno de los puyazos del picador le dejó una herida con dos trayectorias de 25 centímetros», recuerda Sáenz.

La evolución fue inmejorable. Al día siguiente comenzó a beber y comer con total normalidad. No hicieron falta ni drenajes ni tratamientos de mayor enjundia. «Se va a recuperar muy bien», barrunta el veterinario, quien asegura que «si todo se hace bien y no hay ningún órgano vital dañado, lo normal es que un toro indultado sobreviva».

Cinco días después, envuelto en cicatrices, emprendió el camino de regreso a El Grullo, la finca que le vio nacer un 27 de enero de 2004. Tocado, con 100 kilos menos de los que saltó al albero barcelonés a causa del estrés de la faena y el viaje, volvía a pisar la dehesa de Vejer. Desde entonces, vive entre algodones en compañía de un centenar de becerras y terneros de siete y ocho meses. «Son los únicos que no le van a molestar. Tiene querencia por su hogar. Ese es su mejor antibiótico», explica el capataz de la finca a sólo tres metros del futuro semental. Permanece tumbado, sin prisa, viendo pasar el tiempo bajo el cobijo de un eucalipto. «Lo que quiere es tranquilidad. Aquí se le molesta lo imprescindible», apostilla Pepe Arenillas.

-«¿Oma, oma, tita huey, oma¿ (Las becerras comienzan a andar y despejan el paisaje) Ahí tienen a Idílico. Ya ven, es precioso de agujas».

-Idílico, ¿por qué Idílico?

-Pues porque su madre se llamaba Idílica. Los nombres siempre proceden de la madre.

-Y la madre, ¿por qué se llamaba Idílica?

-Porque su madre también se llamaba así.

-¿Y la madre de la madre?

-Es como los humanos, siempre hay un comienzo para los nombres y nadie sabe por qué se pusieron.

Idílico se recupera en un paisaje bañado de encinas, acebuches y lentiscos. Cada tres días, recibe su dosis medicinal. Lo hace en los chiqueros de la plaza que acoge la finca, un albero visitado con frecuencia por José Tomás para tentar las vacas que en dos meses conformarán el particular harén de Idílico. El traslado es complicado. Silencio, mucho silencio. Dos vaqueros vestidos de corto campero y garrocha en mano guían a cuatro bueyes hasta el morlaco. Todo sale a pedir de boca, mejor de lo esperado. 200 metros después, el convaleciente llega al corral en un santiamén.

La cura debe hacerse con la «mayor celeridad posible» para que la rutina del toro no se vea afectada. El mayoral, Juan Orihuela, toma el mando ayudado de una vara para inyectar la medicación en los cuartos traseros. 60 mililitros de antibiótico Shotapen 250, 20 de Roborante Calier «para ayudarle a comer» y 12 de Karivit AD3E Forte «para darle alegría». ¿Ah! También le rocían con medio litro de Arpón para evitar que le molesten las moscas.

«Estamos en la fase crítica. Si supera estos días, en mes y medio estará recuperado», confiesa un patilludo Orihuela. A toro 'pasao' se antoja demasiado fácil decir que Idílico apuntaba maneras, que era un diamante en bruto, un guerrero... Quizá por eso no quieren medallas. «Tenía buena pinta. Es cierto. Pero como él hay muchos. Esto es como las sandías. Pones las mejores pipitas. De buena familia, buena madre, buen padre... ¿Y si sale mala? Es algo que no puedes controlar», agrega.

35 sementales

Cuando las heridas cicatricen, este morlaco ya convertido en santo y seña del hierro Núñez del Cuvillo pasará a mejor vida. Dormir, comer y montar vacas. Éstas serán sus ocupaciones. Envidia pura. Vivirá hasta que él quiera, hasta que no dé más de sí. Diez, doce, catorce años de placer. Dios dirá. Lo hará arropado de 40 vacas seleccionadas exclusivamente para él, que cada año reproducirán 40 crías. Idílico, al igual que los otros 35 sementales de la ganadería, también tendrá sus meses de reposo ya que descansará entre julio y octubre.

Joaquín Núñez del Cuvillo, «feliz» tras lo ocurrido en Barcelona, ya sabe lo que es indultar un toro. Encendido, Guindalero, Mirón, Lanzafuego y Armancito han precedido a Idílico. Así lo atestigua el «panteón de los toros ilustres» habilitado en la finca. Cuatro sobrevivieron gracias a Jesulín de Ubrique, y el quinto, lo hizo de la mano de Ponce. Ninguno, eso sí, en una plaza de primera. La pregunta, algo incómoda, es obligada. ¿Se merecía vivir Idílico? Dicho de otra forma. ¿Si hubiera sido lidiado en Madrid, Sevilla o Bilbao seguiría vivo?

Tan lícito es dudar como no hacerlo, pero lo que nadie cuestiona es que el idilio que José Tomás e Idílico vivieron en La Monumental fue «muy bueno para la Fiesta», en palabras del propio ganadero. Barcelona, una de las plazas que más sufre la contestación de los anti, se convirtió en un amalgama de emociones que hicieron de la Ciudad Condal la referencia taurina por unas horas. La Monumental volvía a escribir un capítulo de una historia que comenzó a relatar Finito de Córdoba en 2001 tras perdonarle la vida a un Torrealta llamado Zafiro.

«Se deberían indultar más toros. Es aburdo. Si el público lo pide, ¿por qué no hacerlo?», se pregunta el patriarca de los Nuñez. Aquel 21 de septiembre, Joaquín estuvo en la plaza acompañado de su hijo Álvaro (ya ha comenzado a tomar las riendas de la ganadería). «El día anterior -recuerda- se lidió un toro de Domecq buenísimo. También de indulto. El presidente no lo hizo. Me encontré con él y le pregunté por qué no lo había hecho, y me dijo que no era muy partidario de ello. Por eso, cuando le tocó a Idílico, pensaba que no iba a sacar el pañuelo naranja». Craso error.

Sólo uno en Madrid

«Es como si la gente no se atreviera a pedirlo. Como si estuviera mal visto. Como si el indulto fuera un explosivo que si lo concedes, todo va saltar por los aires», lamenta el ganadero. Lo cierto es que toparse con un indulto en las plazas de referencia es harto complicado. En Sevilla y Bilbao, porque no los ha habido, y en Madrid, hay que retroceder hasta la corrida de la Prensa de 1982, cuando se indultó a un Victorino: Velador. Una apreciación. Ortega Cano, el diestro que lo lidió, ni siquiera cortó una oreja.

Para Eduardo Miura, hablar de indultos es algo «muy subjetivo». «Hay matices difíciles de comprender. Lo que está claro es que una plaza no pierde caché por perdonar la vida a un toro», añade. Tras recalcar que el que haya indultos es una «cosa buena para la Fiesta», niega que existan presiones de los ganaderos para que perdonen la vida a sus toros: «Por una sencilla razón. Un ganadero no puede controlar a 10.000 personas. Y si 10.000 personas lo piden...». Todo depende del momento, de la «emotividad».

¿Se merecía vivir? Ya poco importa. José Tomás brindó la muerte de ese quinto colorado a su amigo Vicente Amigo. Toro contra torero. Un gran morlaco por la derecha. No hubo muerte. Pañuelo naranja. El indulto. Larga vida a Idílico.