EN ESCENA. Aitana Sánchez-Gijón y Maribel Verdú estrenan juntas obra en Madrid. / EFE
Cultura

Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú se unen para mostrar su «peor lado»

Las actrices estrenan en Madrid la obra 'Un dios salvaje', una comedia negra de Yasmina Peza en la que dos parejas intentan resolver un conflicto entre sus hijos

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Poco después de ganar el Goya por su trabajo en Siete mesas de billar francés, Maribel Verdú viajó a París. Su marido, el productor teatral Pedro Larrañaga, quería que viera una función de teatro. Su título, Le dieu du carnage; su autora, Yasmina Reza. «Flipé incluso sin entenderla bien -recuerda Maribel-. Y enseguida pensé en Aitana. Me pidió que le mandara la obra, y al día siguiente ya estábamos mirando nuestros calendarios para ver cuándo la podíamos hacer. Fue amor a primera vista».

Le die du carnage cuenta la historia de dos parejas. El hijo de una de ellas, de once años, le ha roto dos dientes al hijo de la otra al golpearle con un palo, y ellos se reúnen para tratar de resolver lo más civilizadamente la situación. Pero lo que empieza siendo una velada muy políticamente correcta se convierte con el paso de los minutos en un auténtico volcán donde todos arremeten contra todos, y donde los cuatro sacan ese «dios salvaje» que el ser humano, dice uno de los personajes, lleva dentro. Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Antonio Molero y Pere Ponce son los intérpretes de esta obra, que ayer se estrenó en el teatro Alcázar, donde está previsto que permanezca hasta el mes de enero.

Sentadas alrededor de una mesa, todavía con el temblor del ensayo en la piel, Tamzin Townsend, la directora de la función, y sus dos actrices hablan de Un dios salvaje con arrebato; están emborrachadas por el texto de Yasmina Reza, se atropellan entusiasmadas durante la conversación, y las tres coinciden al confesarse felices por el trabajo desarrollado durante los ensayos. «Ha sido el proceso más tranquilo, rápido y gozoso que he tenido nunca en el teatro», resume Aitana. «Pero estamos ya con necesidad de público», exclaman casi a la vez las tres.

El descubrimiento

Tamzin Townsend confiesa que cuando leyó el texto -poco antes de ver la función en Londres no lo entendió. «A mí tampoco me enamoró el texto al principio -reconoce Maribel Verdú-; fue luego, al ver la función, cuando me enganchó». «A mí me pasó lo contrario -tercia Aitana Sánchez-Gijón- La leí y caí fulminada. Pensé: ¿Qué humor más negro, qué acidez... Y el texto es sólo la punta del iceberg de todo lo que hay debajo. Me dí cuenta de las posibilidades de la función enseguida, y preferí no verla representada».

«La gente en París se moría de la risa, aplaudía, estaba desatado, cuenta Maribel... Y eso que el público francés es muy frío». «En Inglaterra también -dice Tamzin-, no paraban de reír. Eso me ayudó mucho a entenderla. Yo creo que es una obra que se disfruta mucho más cuando se trabaja en ella. Yo lo he pasado pipa en los ensayos».

«Ésta es la comedia por excelencia -interrumpe Aitana-, y Tamzin tiene un sentido del humor muy particular y extraordinario. Ella busca los momentos de brillo, la punta... El texto apunta muchas cosas, pero ella ha sacado el doble». Sigue Maribel: «Y por supuesto, busca ese humor desde la más absoluta seriedad. Hacemos un humor muy serio». «Y lo hacen muy bien», concluye la directora. «Nos ha advertido -habla ahora Aitana-: No penséis que sois divertidos; tenéis que divertir al público. Y es muy gratificante a estas alturas de ensayos escuchar a la directora reirse entre cajas».

«Yasmina Reza tiene un sentido del humor muy inteligente, explica Tamzin, que en los últimos años ha encadenado éxito tras éxito sin solución de continuidad; es una comedia negra y todos los que han visto alguno de los ensayos han destacado el texto».

«Hay quien habla de un combate de esgrima verbal, sigue Aitana, o de una partida de billar a cuatro bandas. A mí me gusta decir que es una partitura musical que debe ser ejecutada perfectamente; los cuatro actores somos como un cuarteto de cuerda, que debemos estar perfectamente afinados y que no podemos salirnos de esa partitura, porque si lo hacemos rechina muchísimo».

Risa o drama

«Sería dramático -apoya Maribel, mientras Tamzin asiente con la cabeza- que dijeran que uno está mejor que otro». «Está -insiste Aitana- en una frontera muy delicada, porque si te quedas corto, como tiene ese sentido del humor tan negro, puede parecer que estás haciendo Bergman; si te pasas, ya es una caricatura y puede parecer algo grotesco». «Es una obra llena de matices», añade Maribel.

«Yo creo en un dios salvaje dice en un momento de la obra el personaje que interpreta Pere Ponce-. Es él quien nos gobierna, sin solución de continuidad, desde la noche de los tiempos». Ése es el pensamiento que late en esta función, que se desarrolla en una sala de estar. Yasmina Reza acota: «Nada de realismo ni de elementos superfluos». Un sofá morado, una mesa y dos grandes ramos de tulipanes que pide también la autora son los únicos elementos con que cuenta la escenografía, rematada por una sinuosa pared de apariencia oxidada. «Encontré la inspiración en el Guggenheim -revela la directora-; en cuanto vi la serpiente de Richard Serra supe que eso es lo que quería para la escenografía».

Aitana y Maribel no tuvieron que disimular a la hora de adjudicarse sus respectivos papeles. «Las dos teníamos claro qué papel queríamos hacer cada una», explica Maribel. «Las dos están fantásticas», alaba Tamzin. Y siguen las flores. «Es que sólo Aitana puede hacer ese papel como ella lo hace... Es genial», dice Maribel. «Bueno, tú lo harías de otra manera», contesta azorada Aitana.