Jerez

Mi otra familia

CALLE PORVERA La llamada de la sangre no lo es todo, porque los lazos familiares no sólo están marcados por la genética. Y con esto no quiero parecer una mala hija descastada o una hermana ingrata, así que de antemano hay que dejar claro que quiero con locura a los míos, todos ellos en la parte más oriental de Andalucía y a más de 200 kilómetros de mi hogar jerezano.

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Pero la vida la lleva a una por muchos derroteros y luego la desembarca donde quiere, a veces sin dar muchas explicaciones. Y en la nueva patria, un poco por necesidad, pero sobre todo por proximidad, afinidad y complicidad vamos enraizando de nuevo y creando vínculos tan estrechos e íntimos que hacen que algunas personas se conviertan para siempre en parte de nuestra vida.

En Jerez yo he formado una nueva familia de amigos que guiaron mis pasos y me procuraron arropo (y también mucha diversión, todo hay que decirlo) durante mis primeros años en la ciudad. Y el descubrimiento de estos nuevos parientes ha ido casi siempre de la mano de lo laboral, compartiendo horas y vivencias en el trabajo que luego también pasaron a los ratos de ocio, llenando juntos el tiempo entre denodados esfuerzos y una ilusión inquebrantable y haciéndome descubrir que estar lejos de mi casa no era, ni por asomo, estar sola.

Ellos saben que mi casa es la suya, que mis padres les tienen ya reservado un cuartito en su casa donde pueden pasar un fin de semana de paz sólo con llamar a la puerta y que dará igual qué nos depare el futuro, porque nunca podrán olvidarse los años vividos. Habrá ratos buenos, otros muchos peores, pero lo importante es que sean compartidos.