AVENIDA. Pocos conocen la realidad de esta zona, cuya vida transcurre como si tuviese el objetivo de pasar desapercibida. / CRISTÓBAL
Jerez

Una de las líneas más camperas de Jerez

A las faldas de la avenida de Los Liños se construyeron los barrios más antiguos de la Zona Norte de Jerez

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La tertulia comenzó en la ferretería de Luis Miguel Valenzuela. «Liño es la voz que define la hilera de una viña. O, lo que es lo mismo, a lo que siempre se le ha llamado lineo entre las gentes criadas entre viñedos y racimos de uvas». Más menos hubo consenso a la hora de determinar el significado de la palabra y todos tan contentos. Pero la vida en general, y el diccionario en particular, nos dan sorpresas; y la palabra que fue centro del debate que se mantenía en la ferretería de Valenzuela, según la Real Academia de la Lengua Española, significa «línea de árboles u otras plantas», dejando libre la posibilidad de que, en lugar de viñas, sean matorrales, madroños o un camino de eucaliptos que conduce a un caserío.

Así que éste es el significado de la palabra que da nombre a la avenida. Justo enfrente de donde comenzó la tertulia está Manuel Fernández con su zapatería. Zapatero a tus zapatos, parece decir entre dientes nuestro hombre cuando nos acercamos a su taller. «La verdad es que yo no me entero de lo que pasa en la calle. Entro muy temprano y salgo el último. Afortunadamente, hay mucho trabajo y a mí, más que charlar, lo que me gusta es concentrarme en mi trabajo. Soy muy tímido», explica. Sin embargo, no duda en afirmar que «como avenida de los Liños no la conoce nadie. Aquí todo el mundo dice La Sagrada Familia, y ya está».

La avenida de los Liños es un lugar que no quiere despertar el interés de la ciudad. Es decir, que quiere pasar desapercibida. Parece igual de tímida que nuestro amigo Manuel Fernández, al cual hemos dejado entre suelas recién puestas y tacones con forma de alfileres.

De los Liños se podría decir que sobrevive a la sombra de otras travesías más conocidas en la ciudad como es el caso de la del Mosto. Es un alargamiento del Mosto, como una magnífica proyección de la anterior avenida. Pocos son los que la colocarían en el plano de Jerez, apenas nadie habla de ella. Sin embargo, a sus faldas han nacido barriadas tan jerezanas y tan populares como la de Sagrada Familia, Santa Ana o El Carmen. Barrios añejos, cuyos vestigios han quedado grabados en el canto de un bloque, como es el caso del Carmen, donde se puede leer, todavía, «Delegación Nacional del Sindicato. Grupo Virgen del Carmen. 190 viviendas, año 1956». El yugo y las flechas y el escudo del Sindicato Vertical. Testigos del pasado, y de la dictadura franquista.

Pero volvamos a Luis Miguel Valenzuela y su ferretería. Las ollas están más brillantes que la alpaca. En el escaparate que da a la calle, se ven las también brillantes jarritas para la leche, de acero inoxidable. Son curiosas porque las hay de varios tamaños. La tienda huele a nuevo, a mobiliario recién estrenado. «Llevamos aquí desde primero de este mes de septiembre. No hemos hecho más que llegar. Eso sí, antes he estado en un bajo del Parque de la Serrana. Toda la vida. Así que pretendo atraer la clientela aquí y, de camino, agrandar un poco el mercado por esta zona», comenta el propietario.

Los vecinos conocen a Luis Miguel Valenzuela a pesar de que acaba de llegar a la avenida. «Los Liños. Es raro que llegue una carta con la dirección bien puesta. La gente piensa que esta palabra no existe. Te puedo decir que en el poco tiempo que llevo todavía no ha llegado un sobre con la dirección correcta. Unos ponen niños, otros guiños y algunos piños», agrega. Y así fue cómo comenzó el análisis semántico de la palabra en cuestión, con la participación estelar del plumilla, el propietario del local y algunos clientes que intervienen con pasión. Aquello parecía una sesión vespertina de los académicos de la Lengua.

Buena gente

Casi llegando a la avenida de La Serrana está Ana Delgado. Lleva toda la vida en el barrio. «Aquí me he criado. Este es mi barrio de toda la vida. Aunque ahora no vivo por aquí pero me considero una vecina más», comenta. Ahora lleva un pequeño negocio de bisutería. Su hermano Juan Antonio Delgado ha llevado durante toda la vida el famoso kiosco de El Nono, posiblemente de los primeros negocios que se montaron en la avenida. Ahora, El Nono está con algunos problemillas de salud. El kiosco lleva cerrado unos tres meses. El barrio recuerda al Nono y desde esta sección se le desea pronta recuperación; la avenida sin el kiosco no es lo mismo. Ana prosigue diciendo que «esto ya no es lo que era. Antes había mucha más vida. Más niños, más movimiento Ahora, sin embargo, el barrio se ha convertido en un lugar donde viven muchas personas mayores. Los que llegaron hace años ya lucen canas, y eso se nota. Así que cualquier tiempo pasado fue mejor», explica.

Mientras, Ana prosigue comentando cómo olía a puchero en El Carmen cuando daban la una de la tarde o cómo los hombres llegaban a casa con los monos de trabajo, unos manchados de grasa y otros de pintura, y que el barrio va decreciendo. Ha llegado la tarde y el ocaso está cercano. Es la hora en la que muchas ventanas comienzan a proyectar al exterior las luces de los salones de casa. En algún sitio suena el crepitar de una freidora que está liada con una buena fritada de patatas con huevos para la cena. Y así sigue el barrio hasta llegar la noche.

Primero fue Santa Ana, después vino El Carmen y finalmente La Sagrada Familia. Después vinieron los gruesos bloques del Parque de la Serrana, allá por los años setenta. Pero los anteriormente citados pertenecen a los barrios más antiguos que se edificaron en el norte de Jerez. Los Liños es un clásico de la ciudad. A pesar de ser un lugar del que apenas nadie habla o conoce su significado.