Cádiz C.F.

Modestia aparte

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as piedras en el camino aparecieron cuando los aficionados comían plácidamente pipas mientras el marcador reflejaba un contundente 2-0. La virtud de estos avisos a navegantes tan inesperados es que sirven de incentivo para no dejarse ir en este inicio del otoño. Que el equipo amarillo es el rival a batir es algo tan obvio como que la pasada campaña se empezó haciendo el primo y al final el ridículo. En los próximos meses, veremos pasar por Carranza clubes de toda condición. Los habrá con apenas 500 socios a los que se les caerá la baba cuando pisen un estadio de Primera, pero en una categoría indeseable; otros vendrán dispuestos a dejarse el pellejo por una victoria de las que no se olvidan, a tenor del poder mediático del anfitrión. Tampoco faltarán rivales directos en la lucha por salir cuanto antes de una competición deficitaria para entidades con una masa social en expansión o consolidada -caso del Cádiz- como una de las más coloristas y fieles del fútbol español. Cualquiera de estos casos nos lleva a la conclusión de que la modestia es una virtud que -aunque ha de permanecer guardada a buen recaudo en las entrañas del vestuario- también hay que airearla de vez en cuando para que no se vuelvan a repetir episodios tan llamativos como los del Conquense y San Fernando. A esta plantilla se le dan por sentadas virtudes indispensables para conseguir el ascenso: calidad, experiencia, juventud y ambición forman un cóctel que se desayuna todas las mañanas Javi Gracia, pero en sus manos está saber administrar las dosis correctas en cada jornada. A ellas, hay que añadir un elemento que sirva para poner la guinda. Y en cuestiones de modestia hay un tipo -Chico Linares- muy cerca del técnico que le puede contar mil y una batallas de cómo se las gastan los contrarios cuando les toca enfrentarse al favorito número uno y éste comete el pecado capital de sacar a relucir su lado más soberbio.