MUNDO

Pánico en las aulas

Con los primeros disparos el caos se apoderó de los pasillos de la escuela, mientras que los alumnos intentaban escapar

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La sangre de los 200 alumnos que como cada día asistían a sus clases en la escuela de formación profesional de Kauhajoki se heló al escuchar el estrépito de los primeros disparos. El fantasma de que se repitiese una masacre como la ocurrida hace un año en una localidad cercana no tardó en pasar por las cabezas de todos y el caos y la histeria se apoderaron al instante de los pasillos del centro.

En la retina de Jukka Forsberg, encargado de las labores de mantenimiento del centro, están grabados a fuego los fotogramas de la trágica jornada vivida ayer en la localidad finlandesa. «Escuché un tiroteo y gritos de alumnos histéricos. Dos chicas llegaron a mi oficina y dijeron que un hombre extraño estaba disparando», explicaba aún conmocionado. Con el corazón acelerado y la valentía como único chaleco antibalas, el conserje acudió al aula a todo correr, sin ser del todo consciente de lo que estaba ocurriendo. «Fui a ver y observé a un hombre que dejaba una bolsa negra en el corredor, entraba a un salón y cerraba la puerta», explica.

El bedel se sorprendió al comprobar que el asaltante no era un aficionado, a juzgar por su aparente adiestramiento y la seguridad en sí mismo. «Vestía de negro, tenía estilo militar y caminaba con calma. Estaba muy bien preparado», aseguró impresionado. A partir de ese momento, el agresor disparó en repetidas ocasiones su arma, imperturbable ante los incesantes chillidos de sus compañeros.

«Vi alumnos alcanzados por los proyectiles y a un estudiante salir del edificio y desplomarse en la entrada. Oí gritos de dolor. Fue horrible», describió el testigo.

Acción de coraje

No obstante, Forsberg era consciente de que el coraje que en un primer momento le movió a intentar proteger a los alumnos, a punto estuvo de hacerle correr la misma suerte que los muchachos fallecidos y ser alcanzado por la lluvia de plomo. «También me disparó a mí sin mediar ni una palabra y una vez que las balas empezaron a silbar huí para salvar mi vida», explicó con el pavor reflejado aún en su rostro. Aunque el desconcierto le impidió identificar al autor de aquella atroz masacre, más tarde supo que se trataba de «uno de los alumnos más viejos de la escuela, de unos 22 años».

Horas después, autoridades y vecinos comentaban el paralelismo entre el trágico episodio vivido ayer y el ocurrido en noviembre del año pasado y en el que también perecieron varias personas. «Esto es muy deprimente. Sólo ha pasado un año desde el caso de Jokela», repetía incrédulo Kari Saarinen, coordinador del rescate de los jóvenes.