PARLAMENTO. Nekane Erauskin, en el centro, encabeza la representación de PCTV en la Cámara vasca. / BLANCA CASTILLO
ESPAÑA

Grietas en el muro

La organización terrorista ETA trata de tapiar los conflictos internos aparecidos en sus estructuras tras la ruptura de la tregua

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«En los últimos años hemos sufrido golpes duros que han producido ciertas grietas en el muro de nuestra militancia». El pasado año un miembro de ETA encarcelado reconocía así los efectos que estaban sufriendo tanto el grupo terrorista como el conjunto de la izquierda abertzale. Hoy tendría que añadir las sentencias que han dejado fuera de la ley a ANV y al PCTV y encarcelado a los dirigentes de las Gestoras. Para responder a esta condena la izquierda abertzale convocó movilizaciones en una treintena de municipios vascos en las que, según sus propios datos, no participaron más que 2.700 personas.

En 1998, el juez Baltasar Garzón abrió una línea de investigación hasta entonces inédita que se basaba en la consideración de que ETA no estaba formada sólo por los miembros de los comandos, sino que la banda era la cabeza de un entramado más complejo que abarcaba a organismos que actuaban en la legalidad, caso del partido HB, a otros que sin estar legalizados operaban a la luz del día, como Jarrai, y a los que se movían en una situación de semiclandestinidad, como KAS.

De la consideración de ETA como un pulpo con múltiples tentáculos que se plasmó en el primer sumario, el famoso 18/98, se han derivado actuaciones judiciales que han conducido al cierre de periódicos, a la disolución de partidos y otras organizaciones o a la prohibición de candidaturas. La presión policial y judicial contra ETA y su entorno registró un ligero alivio con el proceso de diálogo abierto por el Gobierno en torno a la tregua del 2006. Gracias a ello, el Ejecutivo permitió la presentación de listas de la izquierda abertzale en las elecciones vascas de 2005 y en las municipales de 2007. La banda, sin embargo, no aprovechó la oportunidad y rompió su alto el fuego con el atentado de la Terminal 4 de Barajas. Al volver a la actividad terrorista arrastró consigo a su entorno político. Una parte considerable de los miembros de la Mesa Nacional de Batasuna fueron detenidos y encarcelados y la presión volvió a elevarse al máximo.

La ruptura de la tregua provocó la aparición de diferencias en el seno de ETA que se trasladaron, mediante consignas contradictorias, a su entorno político. En el seno de Batasuna se han registrado durante los pasados meses sordas pugnas entre dirigentes veteranos y otros que actuaban como representantes de la línea oficial de ETA. El encarcelamiento de los principales dirigentes y el silencio de los que todavía están en libertad han dejado sin liderazgo público al entorno político etarra.

El choque de liderazgos comenzó a percibirse durante la tregua: la figura de Arnaldo Otegi, por ejemplo, quedó erosionada por la actuación de algunos de sus compañeros como Mikel Zubimendi. En ese tiempo, además, comenzaron a tener un papel relevante en personajes de Ekin desconocidos fuera de las filas de la izquierda abertzale como Unai Fano, actualmente huido de la Justicia.

A la defensiva

Mientras las organizaciones políticas del entorno de ETA han estado todo este tiempo a la defensiva, en el seno de la propia banda se ha producido un debate por correspondencia. Aunque la ruptura de la tregua desorientó a no pocos de sus seguidores, a medida que han pasado los meses las aguas se han ido calmando. Ahora numerosos miembros de ETA, entre ellos no pocos presos, están convencidos de que en esta legislatura el Gobierno volverá a intentar una negociación y eso ha renovado sus esperanzas. Consideran que tras la ruptura se abría un periodo, de dos o tres años, en el que el Gobierno, por un lado, y ETA, por otro, van a echar el resto para debilitar al contrario antes de pasar a una nueva etapa negociadora. Y con esa expectativa ETA trata de cerrar los conflictos que habían ido apareciendo, neutralizando a los presos disidentes, y recuperando el control sobre el entorno político.

Los planes de la organización terrorista para cohesionar a sus bases sociales se topan, sin embargo, con la falta de motivación que se aprecia en las filas de la izquierda abertzale. El nivel de violencia callejera resulta muy bajo comparado con cualquier otra etapa anterior. La reacción frente a las últimas sentencias apenas se ha traducido en la quema de cuatro automóviles en Bilbao, cuando el ingreso en prisión de la Mesa Nacional de HB en 1997 provocó una jornada de lucha con 29 actos de violencia en diferentes localidades vascas. Todo lo anterior, además, se produce en medio de la indiferencia general de la sociedad vasca ante la suerte de los miembros de la izquierda abertzale, tanto ahora como hace unos meses cuando se produjo la redada que llevó a la cárcel a la mayor parte de la dirección de Batasuna.

La propia ETA no ha sido capaz de desarrollar en el último año y medio una campaña de atentados con la intensidad que hubiera querido debido a la sucesión de golpes policiales que ha sufrido desde principios de 2007. La reciente desarticulación del comando Vizcaya ha dejado en evidencia la endogamia del reclutamiento de los miembros y colaboradores de esta célula terrorista.