TRIBUNA

¿Una vacuna milagrosa?

Al hablar de prevención podemos distinguir tres niveles. Prevención Primaria son todas aquellas técnicas destinadas a evitar que se padezca una enfermedad. Prevención Secundaria son aquellas destinadas a realizar un diagnóstico de la enfermedad en la fase más precoz, y que garanticen así unos mejores resultados. Y Prevención Terciaria son aquellas en las que el tratamiento y la recuperación se realizan de la manera más acertada y rápida, evitando las posibles secuelas.

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La práctica vacunal constituye una de las más importantes actividades de los/as profesionales de la Atención Primaria, Pediatría y especialistas en Medicina Preventiva y Salud Pública.

Los descubrimientos basados en la microbiología, la farmacología y la inmunología han determinado en los últimos años un espectacular desarrollo en los conocimientos que se tenían sobre la materia de la vacunación, consiguiendo un cambio radical en la epidemiología de algunas enfermedades transmisibles e inmunoprevenibles con su control y alcanzando prácticamente su erradicación en algunas zonas del mundo.

La vacunación no sólo esta destinada a la infancia, sino que debe ser una práctica sanitaria a lo largo de toda la vida, alejando el concepto que se tenía de que la vacunación en la persona adulta se limitaba a circunstancias muy particulares, en función de la actividad profesional o grupo de riesgo.

Como novedades importantes se plantean estudios encaminados a encontrar vacunas para determinadas adicciones (cocaína), posibles realidades acorto plazo, como la vacuna de la malaria, y el lento, pero esperanzador, futuro de la posible vacuna frente al VIH.

Entre los avances mas destacados en prevención primaria está la aplicación de la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH). Este virus ocasiona la infección de transmisión sexual mas frecuente. Por una parte se asocia al desarrollo de verrugas y lesiones genitales de bajo grado de malignidad; y además la infección persistente por ciertos tipos de papiloma virus constituye una causa necesaria, aunque no suficiente ni única, para el desarrollo del cáncer de cuello uterino.

Este tipo de cáncer se sitúa como segunda causa en incidencia en mujeres de entre 15 y 44 años de edad, sólo superado por el cáncer de mama (OMS 2007)

Hasta ahora nuestro país ostenta una de las tasas mas bajas de Europa. El método de prevención utilizado hasta ahora para este tipo de tumor consistía en la realización de una citología y del test de Papanicolau de manera periódica en mujeres a partir de los 18 años de edad, que sean o hayan sido sexualmente activas. Este método de cribado poblacional ha mostrado su eficacia como instrumento para la prevención del cáncer de cuello uterino.

En octubre de 2007, el Pleno del Consejo Interterritorial del Sistema nacional de Salud dio luz verde al acuerdo de la Comisión de Salud Pública para realizar la vacunación sistemática contra el VPH en niñas de entre 11 y 14 años. Esta vacuna protege de la infección por los genotipos mas frecuentemente asociados al cáncer de cuello uterino.

Los beneficios proporcionados por la vacunación, en términos de reducción de la incidencia del cáncer de cuello de útero, van a depender en gran medida de la duración de la protección que confiera dicha vacuna. No obstante, no se dispone de evidencia sobre la eficacia durante períodos superiores a los 5 años de su administración.

La utilidad de la vacunación en personas previamente infectadas no está demostrada, ni previene las consecuencias de la infección preexistente. La eficacia de la vacuna en mujeres no infectadas es muy alta y roza el 90% frente a los genotipos incluidos en la vacuna.

En mujeres previamente infectadas no produce una mayor eliminación del virus, y por lo tanto no se debe utilizar como tratamiento de la infección en curso. Su uso no produce modificación alguna en el curso de las infecciones presentes en el momento de la vacunación. Amén de su eficacia, el ampliar el calendario vacunal al ya establecido por las autoridades sanitarias ocasiona un problema de recursos económicos, dado el elevado coste de la vacuna.

Lo que si queda claro, y tiene el consenso de todas las sociedades científicas, es que se deben mejorar los programas de cribado del cáncer de cuello de útero, adaptándolos al contexto de una vacunación universal; así como desarrollar campañas de educación sanitaria que promuevan las prácticas sexuales seguras. Esto viene avalado por los datos que aporta el estudio Afrodita (2006) que se realizó en cerca de 7.000 mujeres ( de entre 18 y 70 años) para valorar el grado de conocimiento sobre el cáncer de cuello de útero. Tres de cada cuatro mujeres desconocían el valor de la citología para la prevención de dicho cáncer. Igualmente, la mitad de las mujeres desconocían la existencia del VPH, y una de cada cuatro nunca se había realizado una citología.