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Grandes desafíos al Estado

Muchos de los embajadores convocados en Madrid por el Gobierno a una 'cumbre' de los representantes diplomáticos españoles asentían al escuchar, en una de sus sesiones de trabajo, de boca de un conocido periodista invitado a participar en una mesa redonda, que «España es uno de los países con menos sentido del Estado del mundo». Algunos de esos embajadores dieron luego, privadamente, la razón al conferenciante. «Bastantes de los planteamientos que se dan en Cataluña o el País Vasco son inéditos en cualquier país democrático», comentó uno de los diplomáticos. Ejemplos de esos 'planteamientos inéditos' hemos podido verlos desplegados esta semana tanto con motivo de la Diada como, en un plano diferente, con las ocurrencias del lehendakari Ibarretxe tras el previsible varapalo del Constitucional a su proyecto de consulta.

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En cuanto a la primera cuestión, es cierto que la 'fiesta nacional' catalana se contempla con muy distintos ojos en Barcelona y en Madrid: mientras los periódicos catalanes hablaban de normalidad y unidad ante la conmemoración, algunos medios destacaban los incidentes. Pero lo que es indudable es que existe bastante preocupación ante la inminente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut catalán. Yo me atrevería a decir que esa sentencia estará algo 'descafeinada' y que será 'interpretativa' más que dogmática. Pero no dejará de hacer ruido ni de agitar el panorama en el que ya hay bastante oleaje. Por lo que respecta a la ya fallida consulta de Ibarretxe, al Gobierno central le parece claro que su llamamiento a presentar demandas ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo es un brindis al sol. Incluso aunque, siguiendo sus peculiares pautas, Estrasburgo pueda acabar dando una parte de razón a las pretensiones del lehendakari.

Claro que estas cuestiones, como la reforma de la Justicia, los retos de la inmigración o la misma necesidad de algunas modificaciones constitucionales, se colocan en un segundo término frente a las angustias que genera la crisis económica. Pero parece claro ya que, más allá de la renovación del poder judicial, no cabe esperar más acuerdos, y menos aún en el terreno económico, entre los dos grandes partidos. Se acabó el consenso.