INTERIOR. Uno de los locales comerciales que se encuentran dentro de la zona ajardinada. / A. B.
EL PUERTO

Un grupo de jóvenes tiene atemorizados a los residentes del conjunto El Molino

En el 2003, el entonces alcalde, Hernán Díaz y representantes vecinales y comerciales firmaron un convenio que obliga a mantener abiertas las entradas al recinto

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace cinco años que los vecinos del conjunto residencial El Molino, cerca del Paseo de la Victoria, luchan por un derecho que daban por adquirido cuando compraron sus viviendas: tranquilidad. Estos portuenses se sienten impotentes al ver que no pueden hacer nada contra una pandilla de menores que los mantiene atemorizados en su propia casa.

El conjunto residencial consta de cuatro entradas enrejadas para varios grupos de pisos en cuyo centro se encuentran los jardines calificados de espacios libres en el convenio urbanístico de las comunidades de propietarios, firmado el 9 de junio de 2003 por el entonces alcalde Hernán Díaz. Dicho acuerdo fue rubricado, además, por representantes comerciales. Éstos representantes acudieron debido a la existencia de locales comerciales en el interior del complejo. Se establecía el cerramiento temporal por los posibles actos vandálicos y, por consiguiente, se decretaba que había que fijar un horario de apertura.

Los primeros problemas surgieron hace unos años, cuando un grupo de jóvenes de La Inmaculada y Los Milagros decidieron instalarse de forma permanente «haciéndose dueños de todo el parque», asegura H. V. S. una de sus vecinas, que prefiere no dar su nombre completo por miedo a estos jóvenes.

«Estamos cansados de denunciar inútilmente porque ellos son menores de edad, y se aprovechan de eso», comenta otra vecina. «Cuando cumplen los dieciocho años desaparecen, pero en su lugar vienen otros». No son sólo actos vandálicos. Además los vecinos, han sufrido agresiones, verbales y físicas.

Hace tres años, una chica fue acosada por un grupo de ellos. «La rodearon y empezaron a meterle mano, le bajaron las bragas... y no sucedió nada más porque un vecino dio la voz de alarma», recuerda otra de las residentes, J. L. M.. Además de la denuncia pertinente, recogieron firmas, pero no sirvió de nada. «Sólo sirvió para que desde entonces la chica sea incapaz de andar sola por los alrededores de su propia casa», añade.

Denuncian que estos hechos se producen de manera continua. Además de amenazas e insultos se dedican a hacer fuegos, romper papeleras u orinar en los cascos de las motos. La presencia diaria tiene como consecuencia la presencia, según los vecinos, de jeringuillas, papelas y excrementos, además del vocerío que se produce hasta altas horas de la madrugada.

Hace dos semanas un vecino sufrió una agresión que le ha producido «dos corrosiones superficiales en la mejilla izquierda y herida en el conducto auditivo en el oído izquierdo», según el parte de lesiones del Ambulatorio del Carmen. La agresión se produjo, simplemente, por llamarle la atención a uno de ellos. Al ir a realizar la denuncia, un Policía le dijo «no denuncies porque no merece la pena», según el testimonio de J. L. M.. Aún así lo hizo.

Los vecinos reclaman que, ya que se trata de una propiedad privada, que se puedan cerrar las puertas del recinto. La cooperativa constructora, cuando vendieron los pisos, «nos aseguraron que todo iba cerrado, si no yo no me lo hubiera comprado», explica H. V. S.. El único impedimento para que se proceda al cierre son los locales comerciales que hay en el interior del conjunto, de los cuales «el bar ni siquiera respeta los horarios establecidos, y cuando cierra deja las puertas abiertas», añade.

Los residentes no ocultan que están deseando irse de allí, y más después de los»rumores de posibles realojos de José Antonio en los Milagros y La Inmaculada».