Editorial

Cambio de conducta

Las 450 personas fallecidas por accidente de tráfico solo durante los meses de julio y agosto ofrecen una cifra tan escalofriante de siniestralidad que resulta difícil imaginar que el pasado año, en ese mismo período, perdieron la vida 89 más. La reducción estadística de la mortalidad resulta palpable. Se debe, con toda seguridad, a la entrada en vigor del carnet por puntos y al nuevo Código Penal. Los datos más esperanzadores los ofrecen la menor siniestralidad entre los más jóvenes, durante la noche y entre los motoristas. Lo cual refleja un apreciable cambio de conducta precisamente por parte de los segmentos de conductores que parecían más propensos a arriesgarse y a poner en riesgo la integridad de los demás. Pero el propio ministro Rubalcaba reconocía ayer que la eficacia disuasoria de las citadas medidas coercitivas tenderá a disminuir. La inclinación a transgredir las normas o, sencillamente, a valorar por uno mismo su racionalidad o justeza circula siempre junto a la asunción social del accidente de tráfico como riesgo ineludible. Pero la fatalidad y la impotencia acumuladas durante años de campañas de sensibilización y de cambios normativos infructuosos parecen haberse despejado lo suficiente como para que la propia sociedad sea consciente de que la seguridad en carretera ha de ir de la mano de restricciones y sanciones. Sólo así tendrá sentido identificar la conducción como sinónimo de libertad.

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Las sangrantes estadísticas ofrecen además las indicaciones necesarias para perfeccionar tanto el carácter punitivo de las normas como para la adopción de medidas de prevención y mejora de la seguridad vial. El hecho de que las salidas de vía y la distracción al volante sean la consecuencia y la causa de prácticamente la mitad de los siniestros obliga a innovar tanto en el diseño de las carreteras como en la introducción en los vehículo de cuantos elementos contribuyan a optimizar la atención de los conductores. Junto a ello conviene destacar la distribución casi pareja de las víctimas mortales provocadas por siniestros acaecidos en carretera y por aquellos que han tenido lugar en zona urbana. Esto, junto a la persistencia de los atropellos con resultado de muerte en ambas clases de vía, emplaza a un esfuerzo compartido por todas las administraciones para redactar la letra pequeña que precisan los cambios normativos introducidos hasta ahora.