BIEN SEGURO. Obama se reúne con miembros de la Policía antes de dar comienzo al discurso que puso fin a la convención en Denver. / REUTERS
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Obama llena de contenido su retórica

Promete acabar en diez años con la dependencia de EE UU del petróleo de Oriente Medio y detalla su plan fiscal como broche final a su coronación

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Se esperaba uno de sus inspirados discursos de frases lapidarias, dada la responsabilidad histórica de coronarse como el primer candidato negro en el 45º aniversario del Tengo un sueño de Martin Luther King. Pero Barack Obama prefirió acercarse a los mortales y desgranar detalladamente su agenda política y económica para acallar a quienes le ven como poco más que un buen orador, no sin lanzar un grito de guerra y de unidad en protesta por las políticas que han implementado los republicanos en los últimos ocho años.

«Hoy le digo a todos los estadounidenses, demócratas, republicanos e independientes a lo largo de esta gran tierra: ¿Basta ya! Esta elección es nuestra oportunidad de que en el siglo XXI mantengamos viva la promesa del sueño americano».

Después de todo, «hace mucho tiempo que demostró su capacidad oratoria», aprobó en su editorial de ayer The New York Times. Para el rotativo, Obama pasó la prueba de fuego esta semana al cerrar la convención demócrata con un partido moldeado a su imagen que gira en torno a los argumentos claves de su campaña, ligar a John McCain a «las políticas fallidas de Bush» y a «la vieja y desacreditada filosofía de los republicanos».

El jueves le ayudó en el escenario el flamante Nobel de la Paz Al Gore, bastión moral de la formación demócrata, apóstol de la ecología y primer mártir de la Administración Bush al perder las elecciones en 2000 por 534 votos sin que se completase el recuento.

«Hace ocho años, cuando nuestra nación disfrutaba de paz y prosperidad, algunos asumían que ambas cosas continuarían cualquiera que fuera el resultado. Aceptad mi palabra, si hubiera terminado de forma diferente no estaríamos atascados en Irak, sino que habríamos perseguido a Bin Laden hasta su captura. No estaríamos sufriendo esta crisis económica que nos hemos autoinfligido, no estaríamos negando la crisis climática sino resolviéndola, no mostraríamos falta de respeto a la Constitución sino que protegeríamos los derechos de todos los estadounidenses. Hoy nos enfrentamos esencialmente a la misma disyuntiva que en 2000, aunque es todavía más obvio».

'Status quo'

Con sentido del humor, Al Gore se preguntó: «¿Las mismas políticas otra vez? Yo creo en el reciclaje, ¿pero esto es ridículo!». Su explicación -como experto en elecciones reñidas- de por qué Obama y McCain van prácticamente empatados pese a suponer una diferencia tan clara es «porque las fuerzas del 'status quo' están desesperadamente asustadas del cambio que Barack Obama representa».

Un cambio que el candidato desgranó en su momento estelar, para que no se le siga acusando de eslóganes vacíos: recortes fiscales para el 95% de las familias trabajadoras, acabar con las deducciones fiscales que reciben las empresas que exportan puestos de trabajo al extranjero, y recompensar a las que lo crean en casa. No sólo eso, sino que busca eliminar la tasación de beneficios para aquellas que crean empleos bien remunerados y de alta tecnología, y «por el bien de nuestra economía, nuestra seguridad y el futuro del planeta», acabar con la dependencia del petróleo de Oriente Medio en diez años.

Su promesa es la de gobernar como un moderado que ofrezca soluciones de compromiso social entre progresistas y conservadores, una peligrosa estrategia que amenaza con dejar insatisfechos a todos. «Puede que no estemos de acuerdo en el aborto, pero seguro que podemos coincidir en la necesidad de reducir el número de embarazos indeseados», explicó. Igual que reducir el número de rifles AK-47 en manos de los criminales sin mermar el derecho a las armas de la Constitución, y conceder a los homosexuales el derecho a visitar a sus seres queridos en los hospitales, aunque no se llegue al matrimonio. Y un guiño a los latinos: «Las pasiones vuelan cuando se habla de inmigración, pero no sé de nadie a quien le beneficie separar a una madre de su niño, o que un empresario reduzca los salarios contratando a trabajadores ilegales».

Ésta fue también su oportunidad de sacudirse la etiqueta de «celebridad» que le ha colgado su rival, enfrentándola con su propia biografía de hijo sin padre que agonizó en busca de su propia identidad racial. De rechazar la exclusividad del patriotismo que se atribuye el héroe de Vietnam, y también, como no, de recuperar el mensaje de unidad de Martin Luther King parafraseándole: «Juntos, nuestros sueños son uno. No podemos caminar solos. Y a medida que caminamos debemos prometernos que siempre marcharemos hacia adelante y nunca volveremos atrás».

«Proporciones bíblicas»

Le escuchaba con lágrimas en los ojos Ervin Hamilton, de 63 años, un hombre de color que había conducido 14 horas desde San Luis (Misuri) para que sus hijos y su nieto presenciaran este momento histórico «de proporciones bíblicas para nosotros», aseguró. «Ganemos o perdamos, queríamos la oportunidad de intentarlo. Esta es también la oportunidad de EE UU para dejar atrás el pasado y ponernos por encima de las diferencias raciales».

Algo de eso debía estar pensando también Obama bajo la lluvia de papelillos que culminó su discurso, mientras sus hijas miraban al cielo boquiabiertas los fuegos artificiales, y la banda sonora de Remember the Tititans ponía la carne de gallina. Antes de desaparecer lanzó una última mirada al impresionante estadio, repleto con 75.000 personas que le aclamaban, y contuvo claramente la emoción con un gesto de dolor que fue recogido por las pantallas.