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SEGURIDAD. Un agente vigila la calle Z durante el registro de la casa del cabecilla. / TAMARA SÁNCHEZ
Ciudadanos

Los investigadores recurren al ADN para destapar posibles nuevos casos

Al ser delincuentes fichados hace años, sus perfiles genéticos no estaban guardados en el archivo de Interior

S. TUBIO
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La tecnología juega en contra de los delincuentes de la vieja escuela, quienes evitaban a toda costa dejar huellas en los escenarios o ser reconocidos por las víctimas. Este temor a ser identificados movió al Clan de los Flores a eliminar cualquier testigo que se les cruzaba en el camino. Pero estas medidas de nada sirven ante los avances alcanzados en el terreno del estudio del ADN. A él han recurrido los investigadores para esclarecer posibles casos que a día de hoy no se les imputa a los hermanos por falta de indicios.

Policía y Guardia Civil tomaron muestras de los tres delincuentes que salieron vivos del tiroteo y del cabecilla que cayó abatido para cotejarlas en la nueva base de datos genéticos que controla la Secretaría de Estado para la Seguridad -dependiente del Ministerio del Interior-. Este archivo fue aprobado por ley en otoño del año pasado, dando respuesta así a una de las recomendaciones sugeridas por la comisión del 11-M. Arrancó con 6.000 muestras indubitadas (extraídas a sospechosos por orden judicial) y 39.000 dubitadas, halladas en escenarios de crímenes y de los que se desconoce identidad.

Los cuatro integrantes de la banda de la carretera estaban fichados hace años. Cristóbal y Manuel fueron detenidos por primera vez en 1991. Por eso, sus perfiles genéticos no estaban almacenados en esa base de datos, lo que dificultó la labor de la Policía cuando comenzó con las pesquisas para averiguar quién mató a Tamara Leyton.

Las pruebas

Y es que el estudio genético puede ser la prueba definitiva que confirme que estos delincuentes asesinaron a la joven de El Marquesado. Tanto en la entrada de la vivienda de la fallecida, donde se produjo el mortal tiroteo, como en el vehículo que utilizaron los atracadores y que abandonaron cerca del Clínico de Puerto Real, los investigadores de la Policía Científica recuperaron restos dubitados -sin identificar- que ahora pueden ser cotejados con el ADN de los principales sospechosos.

A día de hoy, la Policía ya sólo trabaja en una única línea de investigación para clarificar lo ocurrido en El Marquesado y ese puzzle sólo está pendiente de los resultados de ADN. Como ya adelantaba LA VOZ en su edición de ayer, los investigadores creen que la banda había elegido esa zona rural de Puerto Real porque el fin de semana del 5-6 de julio se estaba celebrando una verbena popular a la que previsiblemente muchos vecinos acudirían, como así ocurrió.

Su primer objetivo fue la vivienda de un militar retirado que desde el exterior reunía las características de poder guardar un buen botín. Pero Manuel S. G., de 43 años, pudo esconderse cuando los asaltantes la emprendieron a tiros contra él cuando salió a la puerta tras escuchar un ruido. Los atracadores, al comprobar que habían errado, se marcharon del lugar y buscaron un escondite.

Según esta línea de investigación, eligieron las inmediaciones de la casa de Tamara y su familia porque está apartada de la carretera principal y apenas tiene iluminación exterior. Pero al llegar al lugar, los perros de la familia comenzaron a ladrar y la joven que estaba viendo la televisión en ese momento, salió a ver lo que pasaba. Los delincuentes la tirotearon por miedo a ser reconocidos, ya que un simple retrato robot hubiera sido suficiente para dar con ellos, al estar fichados.

En la Guardia Civil tampoco descartan que en el cotejo que se haga en la base de datos de ADN, que es una herramienta al alcance de todos los cuerpos policiales del Estado, se descubra que la banda de la carretera cometió alguna fechoría más que se sume al medio centenar de delitos que ya les imputan.