INEXPLICABLE. Un familiar de una víctima llora sin consuelo. / AP
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Los talibanes despliegan su ira contra Pakistán y asesinan a setenta civiles

Dos atentados suicidas sincronizados desatan la tragedia en la principal fábrica de armas del país asiático

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Pakistán vive en una continúa crisis bañada en violencia, incertidumbre política y desolación. La reciente dimisión de su presidente, Pervez Musharraf, para no hacer frente a una destitución iniciada por el Gobierno ha sumido a la república islámica en una situación convulsa. Una crispación que están aprovechando los talibanes locales. La ira de los insurgentes se tradujo ayer en un doble atentado suicida, que se cobró la vida de al menos 70 personas e hirió a cerca de 80. Se trata del ataque más sangriento del año que perpetraron contra la principal fábrica de armamento de Pakistán, ubicada en Islamabad.

El grave suceso se produjo en las puertas del polígono industrial que alberga el cuartel de Wash, a las afueras de la ciudad histórica de Taxila, cerca de la capital. El atentado cogió por sorpresa a todo el personal de la instalación. Los suicidas hicieron estallar las cargas explosivas que escondían de forma consecutiva en los accesos al complejo. En el momento de la explosión cientos de trabajadores merodeaban por el lugar para hacer el cambio de turno en esta fábrica de armas y municiones, en las que están unas 40.000 personas empleadas.

Las fuerzas de seguridad aseguraron que en los alrededores se encontraron varias chaquetas listas para ser empleadas en atentados suicidas y un buen número de explosivos. «La fábrica de Wah dispone de un férreo dispositivo de seguridad para controlar quién accede y abandona el recinto, pero cualquier persona puede aproximarse sin problemas a alguna de las numerosas puertas», explicó un militar pakistaní.

Tras la masacre, la zona fue acordonada y los servicios de rescate trasladaron los heridos a hospitales cercanos a Taxila y Rawalpindi, mientras que el Ministerio del Interior declaró el estado de «alerta máxima» en todo el país. El primer ministro, Yusuf Razá Guilani, y el presidente en funciones, Mohamadmian Sumro, condenaron el ataque y aseguraron que los culpables del mismo serán llevados ante la justicia.

La frontera en conflicto

Pakistán no puede bajar la guardia en estos momentos confusos y en vista de unos comicios próximos, convocados para elegir un nuevo presidente. A esta situación se suma la escalada de violencia que sufre el país asiático -este atentado es el cuarto en los últimos diez días- en la que han fallecido un centenar de personas.

Los talibanes paquistaníes se encuentran detrás de estos ataques terroristas y han amenazado con más acciones de este tipo, si prosigue la operación que el Ejército ha lanzado contra los insurgentes en la demarcación tribal de Bajaur, en la frontera con Afganistán. Un avispero donde han fallecido en dos semanas más de 600 personas en combates, la mayoría integristas.

Los talibanes tienen atemorizados a Pakistán y su vecino Afganistán, que sufre una ola de ataques. La población afgana además hace frente a otra amenaza. Ayer mismo, diez civiles morían en un bombardeo aéreo por parte de las fuerzas encabezadas por Estados Unidos en el este del país.