PAREJA DE LUJO. Andrea Fuente y Gemma Mengual lograron el mayor éxito de la natación sincronizada española en su historia. / EFE
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La joya más preciada de Mengual

Con Andrea Fuente como pareja, la catalana logra la medalla de plata en dúo y culmina así una trayectoria fantástica bañada por el éxito

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Le faltaba una, quizá la que más ilusión le hacía. Su colección tiene medallas de todos los colores, pero no estaba la olímpica después de que se la privaran en Atenas cuando España estuvo en nivel de podio -su pareja era entonces Paola Tirados-. Ahora, en China, a un año vista de su retirada -se da por sentado que el Mundial de Roma será el de su adiós-, Gemma Mengual respira tranquila después de colgarse ayer la plata formando pareja con Andrea Fuentes en la modalidad de dúo. Es el premio a la constancia, la joya que reclamaba nuestra sirena para ser la más bella de todas.

En lo que dura el himno ruso, que sonó alegremente para homenajear la obra maestra de las Anastasias -simplemente descomunal, ocho dieces por parte de los jueces-, Gemma recorrió los últimos quince años de su vida, empapados en sesiones de ocho horas diarias de entrenamiento. Tanto sacrificio ha merecido la pena, pensó, incapaz de controlar su llanto, imbuida por la emoción, superada por la magnitud de los Juegos, eternamente feliz en el templo de las grandes.

Antes de la gloria tocó nadar. Tres minutos y 42 segundos duró 'Flama' -el ejercicio más largo-, tres minutos y 42 segundos que condujeron a Fuentes y a Mengual a la segunda plaza, el máximo a lo que se puede aspirar en este deporte viendo la aplastante superioridad rusa de ayer, aunque cada día estén menos lejos, que no más cerca. En el ejercicio, impecable de principio a fin, Andrea y Gemma regalaron apneas interminables, movimientos portentosos de piernas, potencia y plasticidad a raudales. Un nado de 9.9, con un 10 incluido en el apartado artístico concedido casualmente por la juez española.

Primer podio olímpico

Nunca España ha logrado tan buena nota. De hecho nunca había logrado un podio olímpico, por lo que se puede asegurar que lo de ayer fue histórico. Esta medalla simboliza el esfuerzo, la constancia, la dedicación, la filosofía del trabajo en grupo, el arriesgarse. Porque las nadadoras españolas, de la mano de la seleccionadora Anna Tarrés, innovan en cada uno de sus ejercicios, van allá donde otras no han intentado llegar nunca. Sólo por esa vía se llega hasta esta medalla de plata.

Y de inculcar esta filosofía se encarga Mengual, una deportista que cuenta con un talento innato. «Para hacer lo que ella hace, el resto necesitamos miles de horas extra de trabajo», relata Andrea Fuentes. Gemma posee un don sobrenatural que le convierte en una de las mejores de su especie. Empezó a los nueve años y lleva ya 23 dando brincos y bailando. Con la de ayer, la más deseada, ha logrado 31 medallas. La de equipo debería ser la 32.

Imitando a la prima

Todo por culpa de Judith, una prima que vivía en Suiza y que con frecuencia visitaba a la familia de Gemma en Barcelona. Sus padres, condenadas a saciar el capricho de su hija, la inscribieron en el club Kallipolis y Anna Tarrés no tardó en apreciar la excelencia de aquella niña. La reclutó en 1992 con 15 añitos y uno después ya se había proclamado subcampeona de Europa júnior.

«Me hace muy feliz ver a Gemma ahí. Se lo merece, nadie se imagina todo lo que ha trabajado. Ya tocaba, hemos luchado muchos años para que la sincronizada llega a este nivel de excelencia», confesó Anna Tarrés. «Me he emocionado mucho. Ella más que nadie sabe lo que suponía nadar bien aquí. Entre todos hemos sabido superarnos».

No es ningún milagro, por mucho que España hace una década fuera la décima en el panorama internacional. Se ha ganado su espacio en la élite a base de tesón y la principal culpable es Gemma Mengual, que estudió gemología y ya tiene la joya que le faltaba a su corona: la plata olímpica de Pekín.