Editorial

Crisis de impago

El acelerado declive que soporta la economía española está repercutiendo ya negativamente en los índices de morosidad de los bancos y cajas de ahorros, que han visto cómo los impagos han pasado en apenas un año de un 0,67% situado aún en mínimos históricos al 1,608%, su nivel más elevado desde 1999. Aunque el repunte es pronunciado, lo que constituye una nueva evidencia del fuerte ritmo al que se está deteriorando nuestro crecimiento, el porcentaje aún queda lejos del que presentan otros países de nuestro entorno y resulta asumible si se tiene en cuenta que las familias españolas adeudaban al cierre de 2007 casi 650.000 millones de euros. No obstante, ni la contención de la mora ni la notable previsión con que han actuado las entidades bancarias a fin de garantizar su solvencia eliminan la inquietud que suscita, en un contexto de preocupación general, el rápido aumento de los préstamos de dudoso cobro y la posibilidad de que se dupliquen a lo largo del próximo ejercicio. Con el agravante de que el sobredimensionado peso de la construcción también incrementa la vulnerabilidad de nuestro país en este terreno.

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Los bajos índices en que se ha mantenido durante años la morosidad hipotecaria suponen un ejemplo elocuente de la relevancia que ha llegado a adquirir la titularidad de una vivienda para que las familias percibieran como más segura su economía doméstica. La constatación de que el crédito del piso es lo último que se deja de pagar constituye un compromiso personal de tal envergadura que coadyuva a la estabilidad del conjunto del sistema. Pero pone de manifiesto, al tiempo, los riesgos a los que se enfrenta una economía en la que la que la deuda de los hogares se ha duplicado en sólo diez años y en la que el 80% de esa misma deuda se ha destinado a la propiedad inmobiliaria. Si el crecimiento de la morosidad era inevitable ante la presión del Euríbor y el desgaste de la economía en su conjunto, sus consecuencias se ven agravadas por la pérdida de valor de los pisos ante el frenazo del mercado de la vivienda. Las restricciones al crédito impuestas por el sector bancario son congruentes con el nuevo escenario de crisis y las incertidumbres financieras. Aunque sería deseable que la mayor cautela y responsabilidad tanto a la hora de solicitar cualquier tipo de crédito como en el momento de concederlo no llegue a tal extremo como para agotar la liquidez que precisa la reactivación de la economía.