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La Audiencia juzga en septiembre a una banda que explotaba a mujeres en un club de Conil

Entre los imputados hay un policía nacional, acusado de haber puesto en alerta a la organización rumana de que estaba siendo investigada por sus compañeros

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Sus víctimas eran jóvenes rumanas que introducían de manera ilegal en el país para obligarlas a prostituirse en el club El Paraíso de Conil. La historia de estas mujeres es muy parecida a la de otras extranjeras captadas por las mafias que se lucran con la trata de blancas y que rara vez denuncian su situación por miedo. En esta ocasión, la Policía sí contó con la colaboración de una chica que desveló los entresijos de una organización, convirtiéndose en la clave de unas pesquisas que culminaron en septiembre de 2006 con la detención de nueve personas y la clausura durante cinco años del club de alterne donde las chicas eran explotadas sexualmente. Dos años después, el próximo septiembre, serán juzgados por la Audiencia Provincial.

Esta testigo protegido, que en el procedimiento aparece identificada sólo con un número, reveló cómo el cabecilla de la organización, Traian Epurescu, contactó con ella para que se viniera a España a ejercer la prostitución. Le prometía dinero rápido y una salida a su mala situación económica. Según el escrito de acusación del fiscal, la chica se topó con una realidad distinta cuando llegó a España, donde trabajó primero como prostituta en Granada para terminar recalando en la provincia de Cádiz.

El supuesto proxeneta ejercía un control absoluto sobre ella: fijaba el precio por cada servicio sexual, recaudaba todas las ganancias y le pegaba si se marchaba con los clientes a un hotel en lugar de quedarse en el club conileño donde podía vigilarla. Si los hombres requerían los servicios fuera del establecimiento, este ciudadano rumano pagaba los taxis que debían traerla de vuelta, cerrando constantemente el cerco sobre ella.

Conversaciones grabadas

La Policía obtuvo autorización judicial para pincharle el teléfono a varios de los imputados, entre ellos al cabecilla. Y gracias a este método obtuvieron información esencial para saber que el caso de la testigo protegido no era el único. En el escrito del Ministerio Público se relata el contenido de algunas conversaciones. En una, Traian Epurescu afirma que ha metido a «cuatro mujeres en el club y que las cuatro le han dado de comer».

El uso de las mujeres como mercancía no sólo se limitaba al sexo, también eran utilizadas como vehículo para que los clientes del club dispusieran de cocaína. La testigo protegido explicó que el líder les entregaba papelinas para que las ofrecieran, y la misma organización tenía dedicados a varios de sus miembros -cómo se puede ver en el gráfico de la izquierda- para el abastecimiento de estupefacientes en el local nocturno.

Dos veces detenido

La banda había repartido entre sus integrantes las funciones y tenía su conexión española, que resultó ser el gerente del citado club ubicado en El Colorado. El fiscal acusa a José Luis Ferreiro Folla de consentir los abusos que sufrían las víctimas dentro de su establecimiento y, además, lucrarse de ello porque las tenía alojadas en él. En una de las conversaciones intervenidas, una de las prostitutas imputada -María Pogan- le comenta a una tercera persona que este individuo «había metido a 39 mujeres en el local, y 10 son brasileñas, borrachas y drogadas». Este individuo tiene antecedentes en en este negocio. Fue apresado en 2005 por una denuncia similar que efectuó otra chica. La Guardia Civil lo detuvo junto a un húngaro por obligar a las mujeres, con amenazas y agresiones, a ejercer la prostitución.

La investigación de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría Provincial iba a deparar una última sorpresa antes de que se desencadenaran los arrestos. Durante la vigilancia que realizaron al establecimiento, comprobaron las asiduas entradas y salidas de un individuo que resultó ser un policía nacional, destinado en Puerto Real. Los agentes descubrieron que su compañero mantenía una relación sentimental con una prostituta a la que llevaba todos los días al club.