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Ilusiones

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i no nos ilusionamos con el Cádiz -me comenta Jacinto- ¿con qué nos vamos a ilusionar en unos momentos en los que por todos los lados nos acucian con las amenazas de la crisis? Es posible que, en cierta medida, tengamos que dar la razón a los aficionados que, resignados, pretenden agarrarse a cualquier pasatiempo que les distraiga de otras preocupaciones más perentorias. Es cierto que, en la coyuntura económica y política por la que atravesamos, no es fácil encontrar muchos alicientes, pero también es verdad que las ilusiones que en los últimos tiempos nos despierta nuestro equipo tampoco constituyen unos estímulos suficientes para disipar los densos nubarrones que los analistas nos pronostican. Reconocemos que los genuinos aficionados hemos de ser unos incorregibles soñadores y que, por mucho que la realidad nos invite para que asentemos los pies en el suelo, es inevitable que nos elevemos a las nubes de las ilusiones más quiméricas. Pero también hemos de tener en cuenta que el equipo amarillo no ha sido capaz de vencer al Conil, al Puerto Real ni al Portuense porque, según ellos explican, los conjuntos modestos se crecen cuando juegan con el equipo de la capital. Los más optimistas afirman que, si el Cádiz no ganó en esta ocasión, es porque pretendía ocultar las armas estratégicas que empleará cuando se enfrente en la competición. A pesar de todo, en estos minutos tensos y esperanzados que preceden al comienzo de la nueva edición del Trofeo, algunos tenemos esperanzas de que, jugando con equipos de la División de Honor, estos profesionales demostrarán su calidad. En mi opinión, con el fin de evitar precipitarnos tan pronto en los abismos de la desilusión, sería más saludable que centráramos nuestra atención en el primer partido de la Liga. Si el Cádiz gana ese encuentro, entonces será el momento de fijar una meta ambiciosa como es ganar después en el Carranza.