VUELTA DE HOJA

Viéndolos venir

No es suficiente que hayan unido sus esfuerzos la Guardia Civil, la Policía, el CNI, la Cruz Roja y Salvamento de Náufragos: los inmigrantes clandestinos se esfuerzan todavía más. Lo predijo el gran Saramago, hace bastante tiempo, cuando advirtió de que «no hay barreras contra el hambre». Ni barreras, ni patrulleras, ni telas metálicas en el mar. El general de la Guardia Civil Francisco Gabella acaba de hacernos saber, lealmente, que «nos quedan muchos años todavía viendo llegar cayucos».

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No conozco personalmente al general Gabella. (En cuestión de generales de la Guardia Civil soy deficitario. Sólo con el general Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, y no porque sea un general excelente, sino porque es un excelente poeta).

Está bien que alguien nos diga la verdad desnuda, que es cosa que no puede esperarse, sin atavíos, de los miembros del Gobierno.

Con el truco de que no conviene desmoralizarnos, nos la enmarcaran siempre. No es que sea de natural optimista: es que son embusteros por naturaleza. El otro día, la Guardia Civil de Ceuta, en cumplimiento de su doloroso deber, detuvo a 90 sin papeles que intentaban pasar el Estrecho con el deseo, no ya de dejar pasar estrecheces, sino de comer algo habitualmente.

Pretendían cruzar la frontera en atracciones de feria, ocultos entre los carricoches y los autos de choque. Cada vez se perfeccionan más los mecanismos para detectar inmigrantes, hasta el punto de que sospechamos que habría menos si se invirtiera ese dinero en ayuda económica a los países de origen que los suministran.

La Guardia Civil de Ceuta utilizó una máquina ideada para detectar los latidos del corazón de los sin papeles escondidos. El artilugio prueba que tienen corazón, no sólo estómago, y que latían todos entre los cacharros. Cada uno habla de la feria según le va en ella.