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Una avenida unida por la labor Marianista

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Sobre una chapa negra donde se describe una especie de jeroglífico se podría haber asado una chuleta de ternera. Ardía por la exposición al sol veraniego que bramaba desde el cielo durante el día; el jeroglífico es la expresión gramatical sin sentido que se puede leer a distancia: «Marianistas, Colegio, Nuestra Señora Del Pilar, Parroquia». El letrero se encuentra en el centro de la avenida de Los Marianistas, orden religiosa que desde 1888 están en nuestra ciudad haciendo su labor educacional y de pastoral en el barrio.

El colegio del Pilar es también parroquia. De ahí que el letrero que pende en la entrada del complejo se aproxime a decir que se trata de un colegio-parroquia. Fue en el año 1962 cuando se abrió por primera vez este centro educativo de gran prestigio entre los jerezanos. Un magnífico edificio creado por el arquitecto Fernando de la Cuadra Irízar.

Interior del complejo

Dentro del complejo, la cosas cambian. Las frescas sombras de los árboles permiten que en la entrada del colegio-parroquia se puede, más o menos, estar con cierto alivio. En el momento de nuestra visita hay un grupo de jóvenes sevillanos que están en Jerez haciendo una convivencia cristiana. «Estamos haciendo apostolado por las mañanas. Hemos venido a ayudar a los necesitados. Nos repartimos y nos vamos a hacer tareas de ayuda al hogar de Siloé, a las Hermanitas de los Pobres, al comedor del Salvador y a UPACE. Por las tardes, como ves, hacemos formación. Oración y un buen rato de reflexión», comenta un chico que parece responsable del grupo. Los jóvenes están esparcidos por el césped de la entrada del colegio, con biblias y salterios. Obra callada la de estos chicos que, con su conducta solidaria, posibilitan que no se pueda definir a la juventud actual como «unos pasotas que sólo piensan en divertirse”. Dejamos el colegio del Pilar, que es colegio Marianista y que también es parroquia con el mismo nombre. Al menos esa parece ser la solución al mensaje codificado que arde en forma de chapa por el sol imperante en una tarde de agosto en la ciudad de Jerez.

Colegios

Frente al colegio de El Pilar está el colegio de las Josefinas. Otro centro de gran calado en la ciudad, fruto de la positiva trayectoria educativa que viene llevando durante años en esta zona de Jerez estas religiosas.

Más abajo sólo existe el vacío. Apenas la nada, a pesar de que en la galería de bloques del Parque Sandeman hay algunos comercios. Todos duermen el sueño de los justos. En una pequeña tienda de alimentación hay un señor al que han mandado para que vaya recogiendo las mercancías de la tienda. «Aquí hay unas señoras que llevan once años, pero a mí me han enviado a que vaya recogiendo. Yo creo que ya no abren más. Esto está con muy poco paso de personas. Apenas algo cuando están abiertos los colegios, pero no es suficiente para que el negocio sea rentable», comenta. El bar Karolina, la tienda de modas El Pilar, la papelería o el bar Santa Fe. Están igual de chapados que un ministerio en agosto. Por no haber, ni tan siquiera se nota el olor a vino añejo que debería desprender el casco de botellas de las viejas bodegas que están en la calle Pizarro.

Tamara

En la otra esquina de la avenida, casi llegando a la plaza de Las Marinas, parece que el panorama no es tan desolador. Alimentación Tamara está abierto todo el día. «Por si acaso a un vecino se le ha olvidado comprar el azúcar», comenta el bueno de José Segura. Lleva allí nueve años, al pie del cañón. La lucha diaria está incluida con el negocio. «Ahora la cosa está muy complicada. A la crisis que vivimos, que la estamos notando, hay que añadir que en esta zona hay muchos supermercados. Uno en Las Marinas, otro en Merca Ochenta, más allá un Mercadona. O sea, que si estamos vivos es porque aquí hay buena gente y no nos olvidan. Tenemos clientes gracias a Dios y por eso estamos todavía abiertos. Pero el panorama no es muy alentador», sustenta José que ha salido un momento a tomar el fresco. Inmediatamente han llegado tres vecinos. Han bajado del bloque donde está situada la tienda. Un paquete pipas para una quinceañera, un bote de zumo para una clienta y cincuenta céntimos de caramelos de menta para un señor que parece que se ha quitado del tabaco a tenor de las ganas con la que ha desnudado el caramelo de marras.

Familia Barrera

Justo frente a Tamara está la copistería San Benito. Es, desde hace años, el negocio familiar de la familia de la Barrera. Comenzaron Salvador de la Barrera con su hijo del mismo nombre. Era una pequeña copistería que tenía a la vista los colegios de los alrededores y el juzgado que está a un tiro de piedra. A base de hacer muchas copias, el negocio ha ido diversificándose. Pedro de la Barrera lleva ahora la tienda. «Tenemos, aparte de la parte dedicada a las fotocopias, una imprenta con todo tipo de trabajos y encargos. Estamos ahí en la lucha porque la competencia es mucha. Pero bueno creo que defendemos bastante bien nuestra parcela», comenta.

Tanto es así que, desde hace unos años, la familia también creó una editorial. Se trata de la editorial AE (Agendas Escolares) con publicaciones relacionadas con Jerez. Ahora viene siendo un referente cultural de la ciudad con algunos trabajos literarios de interés ya publicados.

Cae la tarde en la avenida. Se nota porque el tráfico ha bajado bastante. O todos han llegado de la playa, o parece que se han puesto de acuerdo para llegar a un mismo tiempo.

Pronto llegarán días de colegio, y la zona volverá a ser motor de paso de muchas familias que confían la educación de sus hijos a los Marianistas o a las hermanas Josefinas. Volverá a florecer la vida en el colegio del Pilar, seguro. Se trata de un centro que, además de ser educativo, es también parroquia, a tenor del letrero de chapa negra que reluce en la puerta del mismo. Letrero tan recalentado, que sería posible asar una chuleta de ternera. Sin exagerar.